Porlamar
19 de marzo de 2024





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Desde mi Punto de Vista
Hoy en el siglo XXI, parece que toda la historia de sequedad y hambruna se vuelve a repetir.
Verni Salazar

Foto: ARCHIVO SOL DE MARGARITA

Habitantes de La Rinconada, sufren por la falta de agua / Foto: ARCHIVO SOL DE MARGARITA

22 Feb, 2019 | Las hambrunas y la sequedad han azotado a nuestro territorio, su condición de insularidad y el difícil acceso han permitido a través de los tiempos sufrir de estos males; así en 1780 una inexorable sequía que ocasionó más de mil muertes por hambre, y que la población sobreviviente la denominó “La loca”; para 1816 en plena guerra de independencia, la penuria sufrida por los insulares también alcanzó altos niveles; en 1821 un fuerte verano obligó a la población a emigrar a tierra firme; a partir de septiembre de 1854 una violenta epidemia de cólera morbus, produjo una mortandad de más de dos mil personas, lo que ocasionó un bloqueo de los puertos y el aislamiento por parte del Gobierno Nacional; en 1859 otra hambruna vapulea nuestra extenuada isla, a esta se le llamó “La vaca”; para 1940 la denominada “Chepa” hace estragos.

El margariteño se adaptó a estas eventuales tragedias naturales, tomó lo que tenía su alrededor y pudo paliarlas, por el valor intrínseco que lo hace valeroso desde su condición de insular.

Ya a mediados del siglo XX, la modernidad entra paulatinamente en nuestra isla: acueducto submarino, aeropuerto, servicio de ferri, mejores vías de comunicación internas, y con la implantación del Régimen de Zona Franca y luego de Puerto Libre el auge económico y la infraestructura, hicieron de esta ínsula un destino turístico por excelencia.

Hoy en el siglo XXI, parece que toda la historia de sequedad y hambruna se vuelve a repetir. Pero ahora no es de tipo natural, es de tipo humano, donde la mala gerencia, ha hecho que este precioso territorio rodeado de agua por todas partes, sufra la inclemencia programada de las necesidades básicas para sobrevivir: estamos sitiados sin movilidad, pocos vuelos tocan la pista del “Santiago Mariño”, los ferris se los comió la indolencia salistral; el Puerto Libre bajó la Santamaría; el turismo es una panacea en la mente de unos ilusionistas; la electricidad nos desconecta sin piedad; las entrecortadas comunicaciones nos agarrotan; los servicios de salud hace tiempos que están enfermos y necesitan medicamentos; el servicio de agua es una gota que se perdió en la tubería; y qué decir de los alimentos y otros productos de primera necesidad, donde la escasez, la especulación y los aprovechadores están a la orden del día, sin el menor escrúpulo; mientras que la inseguridad es tema de otro escrito.

Como seres humanos, como neoespartanos, como venezolanos, tenemos la imperiosa necesidad de cambiar los patrones que han degradado y disminuido nuestras posibilidades de vida, es ahora o tendremos que ir buscando un nombre para la fatalidad que nos espera.




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