Porlamar
16 de abril de 2024





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Palabras que no pude decirle a mi Madrina, Maestra Luisa Noriega de Rodríguez (II)
Esas voces no acostumbradas a la palabra vil y tormentosa, retumbaron en la cúspide de Matasiete y su nube, blanca y espumosa, convirtiéndose en cascada de incontenibles lágrimas
Perucho Aguirre

22 Feb, 2019 | La noche de hoy no abrió ni perfumó la Bella de las Once. Solo ha sido un largo tiempo de pesadas sombras. Ni se oyeron las voces mañaneras que todas las mujeres madrugadoras que pasaban, cabeza embojotada, a enfrentarse con los ajetreos de la búsqueda de pan, vida, buenas palabras. Cantando. No. Sólo se siente olor a café… El silencio de La Asunción de ser genuino pasó a ser otra cosa, más silencio, aún: -Dolor de no ser. El fatídico anuncio corrió como llama libertaria por toda la estancia del valle y la pólvora incendio de tristeza la sangre y los corazones. ¡Escuelas y casas!.

– Murió la Maestra Luisa…
Esas voces no acostumbradas a la palabra vil y tormentosa, retumbaron en la cúspide de Matasiete y su nube, blanca y espumosa, convirtiéndose en cascada de incontenibles lágrimas que aun, en el tiempo, no han dejado de bañar. – Al menos –bosques y sembradíos… ¡Por eso es que el tomate isleño adquiere ese tamaño! ¿Y la berenjena? Por eso es que la berenjena es tan deliciosa.
– Murió la Maestra Luisa… Así de humilde y sencillo.

Momento triste y azul. Desconsolado… ¡Por eso estoy llorando, sí, llorando de ella y de recuerdos! La Maestra Luisa fue quien me salvó la vida y la razón. ¡Ella, la Maestra Luisa, fue quien me enseñó a leer y escribir y el Maestro Cheque Lárez completó el resto.

-“A, repite”…A… “Otra vez”…A… B… C…CH.
El río que antes era de árboles, piedras y aguas, hoy, viernes 14 de mayo debe haberse desbordado por la calle Unión de la vieja Ciudad. ¿Acaso nueva? La Asunción. Desde las alturas del viejo e histórico mercado y, desde las escalinatas de Ramón Rafael Aguirre debe tocarse su superficie, no me atrevo a dudar, de lágrimas. Esa agua del río de La Asunción debe ser un solo llanto, como debe serlo la vejez y prestancia del viejo Puente Colonial. ¡Un solo ay de almendrón y cotoperí! -El canto de la partida de los cocotales-, dijera don Augusto Fermín, el de las Noches Ideales. -¡Hoy, siento el mango briteño tan desabrido!, le oigo musitar, a María Ortega.

La Asunción. La de una sola casa hija, el silencio. ¡De su silencio! La de la calle del Diablo del buen hijo y maestro Luis Beltrán. Delicioso pan de paseo de música. La Portada, El Mamey, La Rinconada, El Copei, La Otrabanda, El Otro Lado del Río… La Asunción, la de campanada para el advenimiento de la buena costumbre y respeto. ¡La consideración! La Ciudad vieja de las voces viejas, aun oídas en sus calles angostas y aun de serenatas. ¿Vendrán órdenes y voces viejas, del viejo Castillo?

- Sí, claro que sí - Le oigo pronunciar con ranciedad de orgullo, a Concho Marcano y se lo repica Ramoncito Fermín Prieto con su mágico redoblante de Semana Santa. Hay una nota triste de Bombardino, desde el corazón y la alegría rota, de Cheché Marcano… La Asunción, la de más plazas en el mundo. Y, eso quién lo dice? La plaza de Luisa, La Heroína de La Asunción! Ahora entiendo por qué lo soñé aquella noche de los últimos días de abril. ¿Creer en sueños? ¿Por qué? –Pero, ellos, los sueños existen- Apunta Nene Prieto Villarroel, que casi se cae desde uno de sus Nacimientos.

Se lo conté aquí en la ciudad prestada –Maturín- a la de todos mis momentos, Berenice y, allá, en tierra santa, La Margarita, a mamá, Ana Matilde y a Ana Eloísa, la santificada hermana: “Soñé anoche que mi madrina, la Maestra Luisa había muerto y la llevaban en el Sepulcro de La Asunción, como si ella fuera el mismísimo Cristo y el mismísimo Viernes Santo en La Ciudad. Todo igualito. Perfectamente idéntico. La salida del antiguo Convento de San Francisco, la Banda con Peruchito Rosas de director y ese Popule Meus que se nos incrusta en las entrañas y nos hace llorar. Y no vi maldad en las caras.

Tristezas. Eloy, su eterno compañero iba sobrio y erguido. Sus hijos cantando conmigo el “Gloria a Margarita, La perla de Oriente / Gloria a Nueva Esparta, Patria de valor”… Y todos los asuntinos cantando y ella, la Maestra Luisa, mi madrina sonreída, legítimamente sonreída en aquel cofre del Santo Sepulcro, ostra abierta de la tradición…”

Y, recuerdo, mamá, que al momento de salir aquella bellísima procesión, el Reloj de Sol, por primera vez en su vida, y que la Colonia me perdone, produjo su primera y única campanada:La salida de la procesión de la Santa de carne y hueso, mas Santa y más perdurable que ha parido la vieja Ciudad de La Asunción… ¡La de mi Madrina, la Maestra Luisa!…

¿Azul?




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