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La esclava Florentina y sus ahijados El historiador y cronista Francisco Castañeda ofrece una investigación sobre la presencia de esclavos y su relación con la iglesia, así como su presencia al Norte de la isla en las poblaciones de Juangriego y El Maco. Francisco E. Castañeda M.
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Florentina bautizó a varios niños con nacimiento registrado en Juangriego. / Foto: ARCHIVO 30 Ene, 2019 | La revisión de diferentes fuentes documentales manuscritas primarias, nos ofrece importantes informaciones sobre diversos aspectos propios del acontecer histórico insular durante la época colonial verbigracia el caso de la esclava Florentina con cuyo nombre hemos intitulado el presente artículo/crónica. ¿Quién era ese personaje? ¿Por qué la hemos escogido para titular este escrito? Sobre ella es muy poco lo que sabemos; apenas poseemos algunos datos biográficos muy generales, a saber: se trataba de una mujer negra, de condición socio jurídica esclava, madre de dos hijos naturales: Manuel Antonio y Rosa Antonia, de apellido Alfonzo al igual que su propietario el Alférez Pablo Alfonzo y residenciada, conjuntamente con las demás personas mencionadas, en el Partido de El Maco perteneciente para ese momento histórico a la jurisdicción religiosa de Santa Ana del Norte. Tales referencias las obtuvimos de las actas bautismales siguientes: Con fecha once de septiembre de 1732, fue bautizada Rosa Antonia, hija natural de Florentina, negra esclava de Pablo Alfonzo y de padre no conocido, vecino del Partido de El Maco. Padrinos: Diego, moreno libre de este Valle y María, parda esclava de Jacinto V [ilegible] vecino de Paraguachí (Fuente: Ibídem). Para ese período histórico correspondiente a las primeras décadas del Siglo XVIII permanecía vigente el principio: “vientre esclavo engendra esclavo”, por tanto, los niños Manuel Antonio y Rosa Antonia, en virtud de ser hijos de la esclava Florentina, desde el mismo momento de su nacimiento fueron considerados esclavos pasando entonces a formar parte de la dotación del mencionado propietario el Alférez Pablo Alfonzo. Ahora bien, a pesar de su anonimato y demás características personales mencionadas, a los fines del tema en consideración, la esclava Florentina resulta ser un ejemplo de especial significación. Veamos: Así, vemos como durante la época colonial, el bautismo era considerado como “la puerta por la cual entra el hombre a la Iglesia”. Constituía y constituye la institución sacramental de mayor peso dentro del catolicismo, factor fundamental en el proceso de conversión de las personas en los preceptos y valores de la doctrina cristiana. En el caso específico de los esclavos negros, sobre la base de las disposiciones dictadas por el Concilio Provincial de Santo Domingo (1622-1623) (Fernández Heres, R., 2000: 81), era obligatorio bautizar a esas personas imponiéndoles un nombre de acuerdo con el listado del santoral cristiano de la época o también, el mismo de sus propietarios. En el caso concreto que nos ocupa, después de haber hecho una revisión exhaustiva de los Registros de Bautismos que reposan en el Archivo Diocesano de la ciudad de La Asunción, hemos encontrado un número bastante significativo de estos vínculos parentales, sobre todo entre los dos sectores poblacionales de menor estatus jerárquico en la estructura social colonial insular, es decir, indios y negros, lo cual constituye, en nuestro criterio, una referencia prácticamente inédita en lo concerniente a las investigaciones sobre las poblaciones esclavas negras realizadas en el país, y es aquí, precisamente, donde se inscribe el caso de la negra esclava Florentina como madrina de cuatro niños naturales guaiquerí. Veamos: Con fecha 17 de enero de 1740, fue bautizada la niña Francisca Antonia, natural guaiquerí del puerto de Juan Griego, siendo sus padrinos: Juan Figuera, esclavo de Doña María de los Reyes y Florentina, negra, esclava de Bibiana Velásquez (Ibídem). Ocho años después, Con fecha 23 de marzo de 1749, fue bautizada la niña Rosa Bibiana, natural guaiquerí de El Cercado. Madrina: Florentina, negra, esclava de Francisco Martínez (Fuente: Ibídem). Asimismo, es muy probable que la señora Florentina haya gozado de cierto aprecio y reconocimiento personal de tal manera que su designación como madrina representaba una honra para el grupo familiar que así lo hiciese. Durante el período comprendido entre los años de 1729 (Acta de Bautismo del niño Manuel Antonio) y 1749 (Acta de Bautismo de la niña Rosa Bibiana), la señora Florentina perteneció a tres propietarios diferentes, a saber: Alférez Pablo Alfonzo (Véase Actas de los años 1729 y 1732); Doña Bibiana Velásquez (Véase Actas de los años 1739 y 1740) y Francisco Martínez (Véase Actas de los años 1748 y 1749). Asimismo, durante ese lapso de tiempo estuvo residenciada en localidades pertenecientes a la jurisdicción eclesiástica del Valle de Santa Ana del Norte. Sobre la base de su condición socio jurídica, Florentina era simplemente una esclava perteneciente a un determinado dueño o propietario regente de su destino que la consideraba y trataba como si fuese una cosa (res mancipii), un objeto, una “propiedad con alma” como definió Aristóteles al esclavo, reduciéndola al valor de una simple mercancía, es decir, a un bien objeto de cualquier operación comercial de compraventa. Por tales razones, vemos como en apenas veinte años la negra Florentina fue esclava de tres propietarios distintos. Ahora bien, dada esa circunstancia, cabe preguntar: ¿Tuvo tiempo la esclava Florentina para cumplir con las funciones religiosas y morales inherentes a ese sacramento? Ojalá que otros estudios pudiesen aclararnos estas dudas e interrogantes.
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