Porlamar
28 de marzo de 2024





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La Navidad duraba 3 meses en la Isla
Alegría, parrandas, aguinaldos, pasteles y unión familiar reinaban en calles y casas.
Dany Fuentes González

Foto: JHONNATAN BENITEZNavidad unión y fraternidad. / Foto: ARCHIVO SOL DE MARGARITA
20 Dic, 2018 | “De Juangriego a La Asunción, de La Guardia a Porlamar, ya resuenan las parrandas que pregonan Navidad…” (Parranda margariteña. Eduardo Serrano /Modesta Bor) y es que para los margariteños las pascuas llegaban al ritmo de las parrandas para contagiar a los habitantes de los pueblos con la alegría y la gratitud propias de los dos últimos meses del año.

El cronista Verni Salazar, investigador y gran defensor de la Identidad Margariteña, relata esas tradiciones que llenaban de alegría a los habitantes de las islas para quienes el último mes del año significaba parranda y reencuentro familiar.

“Al llegar el mes de diciembre, el espíritu se regocija y el alma se rebosa de júbilo, es la época más linda del año, las evocaciones y remembranzas invaden nuestro sentimiento y en ese sentir se hacen presentes las fiestas decembrinas de otrora en las Islas de Margarita y Coche, llenas de euforia, objetividad, colorido, alegría y sano esparcimiento para toda la población, que con medios propios y autóctonos se las ingeniaban para que estas fiestas se extendieran hasta los carnavales”.

En Margarita y Coche, las pascuas comenzaban el 3 de noviembre con los preparativos paras las fiestas. Hasta el 30 del mes 11 del año los insulares se dedicaban a organizar las diversiones, afinar los instrumentos, buscar las imágenes para el pesebre y elaborar las bebidas (chinguirito, guarapita, anisado casero y el ron con ponsigué macerado un año antes) para brindar a los parranderos y visitantes.

“Así el día primero aparecían los “disfrazaos” que eran jóvenes o personas adultas que se colocaban indumentarias fuera de lo común y se tapaban el rostro y engolaban la voz, y salían a caminar por las calles, visitando las casas, por lo general eran seguidas por muchos niños que querían saber quién era este personaje, el cual se defendía con un bastón de madera; en diversas poblaciones en ese mismo día salían las “Primeras Parrandas” improvisadas con cuatro, maracas, furrucos y tamboras de cuero de chivos, acompañando a los aguinalderos, que con el coro: Desde el primero/ hasta el 31/ no se le desprecia/ un trago a ninguno; daban la nota especial, anunciando que las fiestas que se aproximaban estarían mejores y más sabrosas que las del año pasado”.

Verni Salazar expresa que para el margariteño, el aguinaldo “Regalo que se da por Navidad”, tiene dos variantes: los que con los instrumentos musicales visitaban los hogares y allí con versos improvisados como: ábranme la puerta/que puerta tan dura/ donde está la llave de esa cerradura; para solicitar su regalo que en la mayoría de las veces era en dinero, el otro aguinaldo era como un intercambio de regalos entre las familias, y que se extendía hasta los días de reyes.

Las piezas del pesebre se hacían de cualquier material que se tuviera a mano y que el presupuesto permitiera así como la creatividad de los encargados de colocarlo, en un sitio destacado de la vivienda o la calle. Desde las tusas del maíz hasta la arcilla de El Cercado se transformaban en las imágenes de José, María, el Niño Jesús, acompañado de la mula, el buey y cualquier otra cantidad de elementos que año a año se iban incorporando.

“Como homenaje y apegados a la tradición de honrar el nacimiento del Niño Dios, era común que en casi todas las casas se elaboraban en forma rudimentaria los pesebres o nacimientos, que se hacían en familia con mucho entusiasmo desde los primeros días de diciembre y se desmantelaban el 21 de enero día de Santa Inés y en las noches a partir del 24 se cantaban aguinaldos, jotas, polos, malagueñas y los dueños de casa obsequiaban bebidas, comidas y dulces”.

Del 24 al 31 de diciembre
Los parranderos seguían con sus recorridos visitando las casas que tenían sus pesebres, hasta llegar al 24 con la Nochebuena cuando los más pequeños esperaban al Niño Jesús que visitaba hasta el más humilde hogar. También se recuerda las misas de aguinaldos y la del Gallo.

“El 24 en la noche cuando nace el Niño Jesús, los pequeños de la casa esperaban con gran emoción la venida del hijo de Dios que visitaba cada hogar llevando los más diversos obsequios, porque el 25 se veían las diferencias entre los “Niño Jesús” pobres y los “Niños Jesús” ricos, pero lo importante era que cada niño amaneciera con su regalito debajo del chinchorro, la hamaca, el catre, o en la estera o la cuna”.
Del 25 al 28 se cumplía otra etapa de las fiestas. El Día de los Inocentes llegaba con su carga de bromas y juegos, una de las más comunes era sorprender al incauto con sal en el café mañanero.

“El 28 día de los inocentes, era el tiempo de “tomarle el pelo” con juegos y bromas a los amigos y conocidos, buscando la forma en que éstos, sean tomados por inocentes en diversas situaciones, para luego reírse. Sin que fuese motivo para el disgusto o peleas, simplemente quien lo hacía estaba consciente que en cualquier momento de ese día o en los próximos años le podía tocar a él”.

Del 29 al 31 los margariteños se preparaban para esperar el cañonazo. Quienes por razones de trabajo residían en otras ciudades del país se trasladaban para compartir con sus familiares, especialmente con los padres, la llegada de un nuevo año.
“El 31 era la despedida del año viejo, durante toda la noche nadie dormía, esperaban con impaciencia el retumbar de los cohetes y las campanas que anunciaban un nuevo año, y luego con mucha alegría y sin malicia de ningún tipo se le decía a todo el que se veía: Feliz Año”.

Armar el pesebre y elaborar los pasteles se convertían en ocasiones para compartir en familia y con los amigos. En muchas ocasiones se terminaba con un sancocho preparado con alguna ave de un corral vecino y se invitaba al propietario del animal a comer sin saber de donde provenía. En las diversiones y parrandas siempre había alguien que “robaba” alimentos para el grupo, en ocasiones eran platos o bebidas que los dueños de casa dejaban a sabiendas que pasaría la parranda.

“Pero lo más importante, lo que nos llena de nostalgia es la solidaridad de todos los vecinos, que se reunían en perfecta familiaridad para la preparación de las exquisiteces que estaban presentes en todas las manifestaciones decembrinas, donde las bebidas como el ron con ponsigué, el chinguirito, la "guarapita" que preparaban con ron y vino, agregándole jugo de naranja o zumo de limón al gusto y una pequeña cantidad de azúcar o de papelón raspado; el cafecito caliente con clavo especie; el cacao calientico, elaborado con las “peloticas de cacao” que enviaban familiares de la costa, y hasta se servían la leche de vaca y de chiva, recién ordeñadita, en el corral de la casa; las comidas entre las que se destacaban los pasteles, hoy llamados “hallacas”, preparados con la exquisitez de la carne de cochino, criados en los patios de las casas, en picadillo y guisada con hierbabuena, ajíes dulces; las ensaladas de gallina y los panes aliñados, siempre presentes y no podían faltar los dulces de lechosa, de jobo, de pandelaño, de mango y hasta algunos gofios de Fuentidueño o los traídos de costa firme”.

“Llorar las Pascuas”
Del 1 de enero al Día de Reyes venía otra fase que continuaba hasta el día 7 cuando se “lloraban las pascuas” una forma de despedir las fiestas comenzando a guardar los instrumentos y volvían a salir los disfrazados ya con el rostro descubierto. Del repertorio popular quedaron estos versos:
“Esta es la jota maconga
la que vamos a cantar
los viejos la interpretaban
para la pascua llorar”.

(De los géneros musicales de la Isla la única referencia que se tiene de esa variante de la jota es esa mención).

El pesebre se recogía el 21 de enero día de santa Inés y algunos extendían las navidades hasta el 2 de febrero, día de la Candelaria.

“Hoy son muy pocas las tradiciones que se conservan, pues el acelerado ritmo de vida, la modernización y el contacto con otras peculiaridades que siguen llegando día a día, y hasta la pertinente inseguridad; entre otras cosas, han provocado una alteración acelerada de los hábitos y costumbres de los insulares, producto, quizás, de las transformaciones socio-culturales que se han dado a lo largo de la historia, sin embargo nos mantenemos aferrados a nuestra margariteñidad con la esperanza de la puesta en valor de esas tradiciones, donde la hermandad, el amor, la solidaridad y el compartir eran los elementos más importantes que adornaban y hacían brillar los días decembrinos insulares”.

El Primer Arbolito

Verni Salazar relata de acuerdo con sus investigaciones que el primer árbol navideño en la Isla data de 1871, colocado por el ciudadano alemán George William Rothe, que había llegado ese año a isla, en su vivienda en la calle Mariño de Porlamar. El siguiente diciembre la novedad fue replicada por su vecinos.




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