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Los "santos" delincuentes
En la Iglesia Católica, el trabajo de apostolado, entrega y amor de centenares de miles de sacerdotes y monjas queda relegado ante los asquerosos pederastas y sus asquerosos encubridores. Tanto los primeros como los segundos deberían estar presos.
Carolina Jaimes Branger | @cjaimesb

20 Ago, 2018 | Vuelvo a un tema que me subleva: el encubrimiento de la pedofilia dentro de la Iglesia Católica. El último escándalo estalló en la diócesis de Hanover, Pensilvania, Estados Unidos, donde las revelaciones son realmente enfermizas: más de mil víctimas, más de trescientos sacerdotes involucrados y setenta, ¡setenta! años de encubrimientos revelan la podredumbre, la hipocresía y la lenidad con la que actuaron las altas autoridades del catolicismo. ¿Por qué?... No hay respuesta para esa pregunta.

En 2002, el equipo de investigación del diario The Boston Globe a través de una serie de reportajes, destapó una olla inmunda en la Iglesia Católica de Estados Unidos. El para entonces cardenal Bernard Law fue el principal encubridor de esos casos, pues en vez de tomar cartas en el asunto lo que hizo fue cambiar de parroquias a los curas pedófilos. Law renunció a raíz del escándalo, pero el papa Juan Pablo II en 2004 lo nombró Arcipreste de Santa Maria Maggiore en Roma y le mantuvo el rango de cardenal. ¿Por qué?... No hay respuesta para esa pregunta.

En 2016 la película "Spotlight" (por el nombre del equipo de investigación) recibió seis nominaciones y se alzó con dos Óscar relatando la historia de Boston, que salió a la luz cuando un muchacho de 12 años de nombre Phil Saviano fue abusado por un joven sacerdote, David Holley, recién llegado a la parroquia, quien contagió de sida a Phil. La iglesia le ofreció $30.000 a cambio de su silencio, pero Phil, sintiendo que iba a morir de todas maneras, decidió hablar. Cuando él habló, un centenar de personas dieron también la cara y declararon. Saviano no murió… de hecho, fue asesor en la elaboración del guion de la película.

En la Iglesia Católica, el trabajo de apostolado, entrega y amor de centenares de miles de sacerdotes y monjas queda relegado ante los asquerosos pederastas y sus asquerosos encubridores. Tanto los primeros como los segundos deberían estar presos. Son delincuentes comunes. El usar y abusar su jerarquía para abusar sexualmente de menores los compromete aún más.

Yo espero que el silencio vaticano que tanto nos ha abrumado a través de los siglos hable y condene. Seguir tapando escándalos le hará un mal mayor. Mi solidaridad va hacia los clérigos justos. Que no paguen ellos por los pecadores…




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