Porlamar
19 de abril de 2024





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"Dios nunca falta"
(Le pasó a tres margariteños en Colombia).
Juan Ortiz

Foto. CORTESÍA

El señor de azul es el hombre que los ayudó. Dios lo bendiga. / Foto. CORTESÍA

25 Jul, 2018 | Como parte de la diáspora, algunos de mis amigos decidieron migrar hace un par de días a Perú: Alexander Marcano Millán, Jorge Luis Paz Millán, y Jean Carlo Morales Marcano. Tres margariteños.

Justo ayer se encontraban en una de las paradas respectivas que realizaba el bus para que pudiesen comer. Era una populosa zona de Colombia. Ellos, como muchos tantos, se fueron ajustados de dinero.

Se bajaron del bus y empezaron a ver, asombrados, los precios en los locales de comida. Al cambio de cualquier moneda de Suramérica, el sueldo mínimo que gana un venezolano al mes no alcanza para cubrir una comida en alguna de esas paradas. De tanto buscar dieron con una panadería donde podían comprar algo.

Justo cuando se disponían a entrar llegó un automóvil muy lujoso, mucha gente se detuvo a verlo por lo llamativo. Del vehículo se bajó un señor muy bien vestido, se detuvo un rato, miró a los lados y luego caminó en pos de mis amigos. Ellos pensaron que iba a comprar pan también, pero no fue así.

—¿Y ustedes, de dónde vienen? —preguntó el hombre de traje a mis amigos. Ellos se sintieron un poco intimidados, no sabían si habían hecho algo malo.

—De Venezuela, señor —respondió el mayor de los tres, quien encabezaba la travesía. El hombre sonrió y volteó hacia su izquierda.

—¡Hey, María, prepara una mesa para los señores! Quiero tres menús con sopa y seco para ellos, por favor —dijo el elegante hombre, dirigiéndose a la encargada de un local de comidas frente a la panadería. La mujer, al instante, fue a preparar la mesa y sirvió en pocos minutos lo solicitado por el señor.

—Pero señor, no se preocupe —replicó mi amigo ante el gesto del extraño.

—Vengan y les cuento, amigos —les dijo el hombre a los tres mientras les indicaba ir a la mesa. Mis amigos accedieron y se fueron a sentar.

—Está bien, gracias de corazón —respondió mi amigo, mientras caminaban y se acomodaban en las sillas.

—Por favor coman. Buen provecho a todos —les dijo el señor y mis amigos comenzaron a comer—. Sé que les parece raro esto —prosiguió el hombre—, pero debo decirles el porqué de mi gesto. Vengo llegando de un viaje a EUA. Estando allí fui a un restaurante. Mientras comía me atendió una mujer muy amable y atenta. Me gustó tanto el servicio que decidí dejarle una buena propina. Soy una persona que valora mucho el esfuerzo ajeno y los oficios bien realizados. El punto es que justo cuando le iba a entregar la propina a la mujer, luego de agasajarla por su excelente desempeño laboral, ella se negó y me dijo: “Mire, señor, gracias por su gesto. Soy de Venezuela. A mí me va muy bien acá. Haga algo que le voy a agradecer grandemente: esa propina, guárdela, y cuando vea a algún venezolano que la necesite realmente, désela, por favor”. Eso que les acabo de contar fue hace un par de días —mis amigos escuchaban asombrados, conteniendo las lágrimas—; yo acepté y hoy estoy cumpliendo con mi palabra. Ya vengo, esperen acá un momento —dijo el hombre y se fue a la panadería.

Mis amigos siguieron comiendo con mucho gusto, esa travesía es sumamente fuerte. Al instante apareció el hombre con tres bolsas de pan que contenían cinco panes para cada uno y seis refrescos de lata para repartirlos entre ellos. Los tres hombres no dejaban de mirar al cielo y agradecer el gesto del hombre, de la mesera y de Dios por cruzar sus caminos.

Por si fuera poco, justo antes de despedirse, el señor metió su mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó 60 mil pesos y le entregó 20 mil pesos a cada uno de los hombres.

—Esto puede servirles de algo para que coman en el camino. Dios les bendiga, un placer —dijo el hombre y, luego de muchos gestos de hermandad, se despidieron.

Aún hoy, 24 horas después, mis amigos no salen del asombro. Todo, absolutamente todo está conectado.

Hoy bendigo grandemente a ese hombre y a esa mujer que redireccionó su propina (espero puedan leer este mensaje y se identifiquen), y a todos aquellos que se han puesto la mano en el corazón por los hermanos venezolanos que están necesitados y les han ayudado. Dios se los multiplique en mucha salud, amor y paz. Son estas acciones las que cambian al mundo.




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