17 Jul, 2018 | No hizo el gobierno más que anunciar que los comicios de concejales serían el 9 de diciembre, cuando ahí mismo emergieron las apetencias personales y grupales de aquellos que desean unirse a la comparsa electoral. Ya antes la llamada Unidad había sido mandada al carajo por los adecos, quienes se salieron de la MUD aduciendo incumplimiento de acuerdos por los demás partidos. No obstante, los blancos continuaron con su línea de no participar en eventos convocados por el CNE por la falta de garantías, parcialidad y ventajismo a favor del chavocastromadurismo.

Y es que en la oposición cada uno anda por su lado, con algunos llegando al extremo de olvidar que el gran adversario es el gobierno, perdiendo su tiempo y esfuerzo en el canibalismo contra los demás opositores, y actuando como cazadores que gastan su pólvora en flacos guaripetes en vez de dispararle a unos apetitosos conejos. Así vemos, entre otros, a María Corina bregando solitaria, Ledezma combatiendo desde lejanos confines, Leopoldo López dejando oír su voz de cuando en cuando, Capriles casi mudo en la actualidad, Ramos Allup metiendo la puya cada vez que puede, los maracuchos de UNT más pendientes de los apagones en el Zulia, Andrés Velásquez retando a todo el mundo, y dos bandos de copeyanos cayéndose a piña por ver quién se queda con la botella vacía del partido verde.

Mención aparte el MAS, cuya dirigencia perdió los papeles y convirtió a la otrora prometedora organización en una barajita del chavismo. Por eso, como muchachos mandados de Maduro, fueron los primeros en dar una conferencia de prensa para afirmar, muy sonrientes, que irán a las municipales. El tufo de colaboracionistas no se los quita nadie. Qué decir además de Falcón, quien con su cara bien lavada pregona ahora por unidad y más unidad, como si los venezolanos fueran pendejos y olvidaran que él y el pastor Bertucci se convirtieron en los grandes aliados de Maduro en la farsa electoral presidencial del 20 de mayo. Quien no lo conoce que lo compre, aunque sería mejor dejarlo en el mostrador.

Por estas razones y al ver semejante desbarajuste en la acera contraria, Nicolás sigue bailando en una pata con Cilia, mientras el tiempo pasa y el venezolano de a pie -aquel que no está tramitando pasaporte y buscando dólares para huir del país-, sumido en la desesperación por la alta inflación y el diario incremento de los precios, principalmente en los alimentos y servicios básicos, continúa sin despertar de la larga pesadilla de veinte años en que Chávez, los Castro, Maduro y su grupito convirtieron su vida.