16 Jul, 2018 | Vueltas y acrobacias diplomáticas, hijas todas de la improvisación y del profundo desconocimiento que tienen Maduro y la nueva clase venezolana de las grandes y oscuras fuerzas que animan las relaciones internacionales, no son suficientes para sorprender y suscitar crítica ante sus recientes salidas. Ejemplo: abrazo y alianza de Maduro con el señor Tayyip Erdogan, el presidente turco recién electo gracias a su ministerio de elecciones.

El camaleonismo neo-imperialista de Erdogan no es oculto. Taimado pero visible. Intenta dos movimientos. Resucitar el viejo imperialismo otomano, que asoló y destruyó minorías de árabes, pueblos balcánicos, kurdos, armenios y sectas religiosas. Y desde luego a su propio pueblo. El otro, mediante ese sinuoso accionar, permanecer en la OTAN, sí, en la OTAN, leyeron bien, OTAN, adonde Santos lleva a Colombia. Luego, entrar en la Unión Europea. Nos dice Jesús Silva en un bien documentado y serio análisis: “mucho cuidado con este camaleón de la política internacional. Trump queda como un niño. Y lo más curioso es que en este mercado de importación que es la Tierra de Gracia, todos los vendedores son buenos y los productos turcos aparecen en tiendas de manera inédita. Pero en forma inverosímil los importadores aumentan los precios todas las semanas” (http: la razón.net).

¿Y este es el imperio, sano, bueno, filántropo, con el cual se alían Maduro y la nueva clase y le proponen negocios con el oro, víveres y medicamentos de la arruinada Venezuela? No hay imperios buenos o malos. Son imperios. Quieren serlo ahora. O sueñan con volver a serlo.