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23 de abril de 2024





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Cuatro miradas sobre la diversidad biológica en Venezuela
Un mayor control sobre las áreas protegidas del país es la principal necesidad a juicio de los biólogos y conservacionistas, quienes ven en peligro gran parte de la biodiversidad nacional por invasiones, tala y depredación en los hábitats de las especies locales.
Brigitte Hernández Escalona | @muevetexambient

Foto: CORTESÍA

Diversidad biológica. / Foto: CORTESÍA

23 Jun, 2018 |

CORTESÍA

Venezuela posee más de 120 especies de aves migratorias. / Foto: CORTESÍA

La Lista Roja de la Fauna Venezolana (2015) advierte que al menos 916 especies que forman parte de la diversidad biológica nacional están en riesgo. Como en casi todos los rincones del mundo, la amenaza sobre los ecosistemas, flora y fauna ha dejado de ser latente, para convertirse en una triste realidad. En efecto, la Organización Mundial de Conservación, en su Informe Planeta Vivo, asegura que las poblaciones de mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces ya constituyen la mitad de lo que eran hace 40 años.

Pocos entienden, o quizás no quieren entender, la importancia que tiene la protección de la biodiversidad y de los ecosistemas en la lucha contra el cambio climático, considerada por el Foro Económico Mundial (2018) como una de las principales amenazas para el futuro del planeta. ¿Esto dónde nos sitúa? ¿Cómo está Venezuela en este escenario?

Para intentar dar una respuesta a estas interrogantes, revisamos el panorama de la biodiversidad en el país desde la mirada de los biólogos, educadores, expertos y editores ambientales del país, quienes ofrecen una visión amplia sobre las ventajas comparativas, desafíos y áreas críticas del contexto venezolano.

BRIGITTE HERNÁNDEZ

La educación es clave para la protección de la biodiversidad, por lo que debe reformarse el currículo educativo venezolano. / Foto: BRIGITTE HERNÁNDEZ

Alicia Villamizar: "La educación es clave"
La mirada del docente es quizás la más visionaria. No solo ve las debilidades de los que van formándose, sino además sus potencialidades. Alicia Villamizar, geóloga y docente, doctora en Desarrollo Sostenible y jefa del departamento de Educación Ambiental de la Universidad Simón Bolívar, con 25 años dedicados a la investigación y a la formación universitaria, ratifica que "la educación es clave" para la protección de la biodiversidad y en la lucha contra el cambio climático.

"Venezuela debe rediseñar el currículo de estudios en todos los niveles escolares, hacerlo más flexible y cónsono con la realidad que vive el planeta. La educación es clave para promover los planes de mitigación y adaptación en la protección de la diversidad biológica y en la lucha contra el cambio climático. Así como también lo es el ordenamiento del territorio, porque nuestros planes están muy desactualizados precisamente porque no hay gente formada y actualizada en esta realidad ambiental que hoy vivimos. Ya no tenemos el mismo planeta de hace 20 años", explica.

Esta realidad educativa -añade la geóloga- quedó plasmada en el Primer Reporte del Cambio Climático Venezuela (PRACC), donde participó como investigadora y redactora. "En el PRACC concluimos que la educación ambiental y de cambio climático tienen poca presencia en el currículo formal venezolano, por eso debe modificarse con urgencia. Sin embargo, hay algunos avances de educación informal promovido desde las oenegés del país, que están llevando algunos programas y talleres sobre estos temas, que son tomados por individuos interesados, pero es muy reducido los grupos que en verdad se están formando", señala.

Para Villamizar, los ecosistemas boscosos de las altas montañas del país, en la cordillera costera central y la cordillera andina del país, son los biomas más amenazados en Venezuela, actualmente. Esto, explica, compromete gravemente a gran variedad de especies florísticas y la fauna local. "Es vital recuperar el control sobre las áreas protegidas del país, como éstas, por lo que se debe hacer cumplir las leyes ambientales venezolanas, porque el uso regular de estas áreas declaradas como protegidas no es vigilado por los organismos competentes. Esta situación, sin dudas, tiene amenazados los hábitats de nuestras especies", puntualizó.

José Manuel Briceño: "Solo un 3% de los bosques secos"
La visión del experto en conservación resulta fundamental cuando se trata de preservación de la biodiversidad. José Manuel Briceño, biólogo egresado de la Universidad Central de Venezuela y coordinador del programa de conservación de la cotorra margariteña (ave regional de la región insular venezolana) junto a la ONG Provita, comienza por recalcar la deuda que tiene Venezuela.

"De cada ecosistema, como mínimo, debería existir al menos un 10% de su extensión como área protegida por el Estado. En Venezuela, si acaso llegamos al 3% de cada bioma, por lo que todavía nos falta un 7%. El más amenazado en el país es el ecosistema de bosques secos, que comprende los Médanos de Coro, Mochima, La Restinga, por citar algunas localidades; donde además habita un gran número de especies de flora y fauna. De los bosques secos, solo un 3% está incluido entre las áreas protegidas, lo que nos deja una gran deuda", explica.

Entre las principales acciones para rescatar este ecosistema, advierte Briceño, comienza por la educación en conservación y desarrollo sostenible, promover alternativas al modelo rentista petrolero, fomentar la economía circular y apoyo de la economía local. "Estas acciones son básicas para proteger la biodiversidad, no solo de bosque secos, sino de todos los ecosistemas que hacen vida en el país, que son varios dada nuestra megadiversidad", puntualiza.

Alberto Blanco Dávila: "Más control sobre áreas protegidas"
La divulgación es la perspectiva que ofrece el naturalista, guía-especialista en fauna silvestre y editor de las revistas ambientalistas Río Verde y Explora, Alberto Blanco Dávila. Sus 25 años de experiencia en la coordinación de proyectos científicos en biodiversidad y su difusión, lo motivan para destacar la principal necesidad que tiene este sector en el contexto venezolano: "más control sobre las áreas protegidas".

"Los bosques secos tropicales y las lagunas marino-costeras son los ecosistemas más productivos pero que están en grave peligro en el país, ya que en su mayoría se conforman como áreas protegidas, pero en que la realidad han sido vulnerados porque no hay control sobre ellos. Hay que atender esta situación como premisa urgente, si queremos proteger la biodiversidad en el país, pues allí están sus hábitats", enfatiza Blanco.

Entre estas áreas, el naturalista destaca los bosques tierras de bajas del país, como Caparo, la laguna de Tacarigua, el refugio de Fauna de Cuare, la Ciénaga de los Olivitos y la laguna de La Restinga. "En el caso del bosque Caparo de Barinas (actualmente invadido) hay especies que son únicas y que ven amenazado sus hábitats, como el mono araña y cuyo único refugio está en este lugar. Por tanto, observamos que no hay un control real de las autoridades sobre éstas áreas", añade.

María Alejandra Faría: "Mejor planificación sobre ecosistemas costeros"
Aunque debió radicarse en la Columbia Británica en Canadá, la bióloga María Alejandra Faría no deja atrás su formación como investigadora de la fauna marina en la isla de Margarita. Es parte de la diáspora de talentos que hoy vive el país. No obstante, ofrece una visión global desde dentro y fuera del territorio, sobre la manera como se hacen o como deberían manejarse los recursos naturales y la diversidad biológica en Venezuela.

"En Venezuela deben ponerse en práctica planes de manejo y desarrollo cónsonos con objetivos de conservación de los ecosistemas y sus funciones ecológicas, principalmente para los ecosistemas marino-costeros, que son los más amenazados por efectos del cambio climático y el desarrollo costero. Le siguen, además los bosques secos y los bosques tropicales están bajo amenaza", explica.

Entre las prioridades para garantizar el protección de la biodiversidad local, Faría asegura que debe evaluarse la eficiencia y eficacia de los parques nacionales y biomas presentes en el país. "Esto debe dejar de ser retórica en papel, para convertirse en práctica. Debe aprovecharse la megadiversidad que se traduce en una mayor resiliencia ecológica. Además, abocarse al reordenamiento del territorio de acuerdo al dinamismo ecológico, social y económico que vivimos, y a los riesgos inminentes como el cambio climático", subrayó.




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