21 Jun, 2018 | Con perplejidad y algunas veces con desconsuelo, los venezolanos nos preguntamos, ¿cómo es posible que este gobierno tan malo, presidido por un personaje tan ridículo como inepto, todavía se mantenga decidiendo sobre nuestro destino? Esta simple y elemental pregunta, nos reta como una de esas curiosas paradojas que formulaban los filósofos griegos de la antigüedad.

En lo que a mí respecta, este gobierno se mantiene por tres razones. En primer lugar porque es un gobierno verdaderamente malo, perverso; nos gobierna un puñado de cínicos malvados que se presentan como personas comprometidas con "el bienestar del pueblo", pero que utilizan a los muertos, a los enfermos, a los que tienen hambre, como pretextos para ceremonias hipócritas con las que disimulan la obscenidad de su enriquecimiento corrupto. Estos psicópatas destruyen y hacen daño sin ningún límite ni remordimiento.

En segundo lugar, porque cuenta con el respaldo de un grupo de fieles seguidores, porcentualmente pequeño pero creyentes de buena fe en una ideología transformada en razón de vida. Los prejuicios que desarrollan les impiden reconocer la realidad del fracaso de este régimen.

Y tercero, porque la oposición, acostumbrada a desempeñarse en escenarios democráticos, no ha sabido ajustarse para enfrentar a un rival que no respeta leyes ni instituciones.

El deterioro incontenible de la calidad de vida está sacudiendo las convicciones de las bases chavistas; allí hay una oportunidad para que la oposición se recomponga y actúe. Sabemos que no es fácil que la oposición recupere la inercia positiva; desmontar prejuicios tampoco lo es (es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio, decía Einstein), pero aparte de esperar que el gobierno caiga solo o que "la comunidad internacional" resuelva por nosotros, no quedan otras opciones.