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Ron de a Locha
Dios se ha ido y no poseen otra cosa que la oración y la mantilla. Por eso, antes de que se haga el día, yo preparo mi sueño hasta que venga la noche. Pareciera que esta gente que viene de compras solo conociera un sentido de la vida, su orden, y que nosotros vivimos como animales sin conciencia ni piel. El aguardiente, el tabaco, no matan a nadie. Para mí queda la desgracia del borracho y para usted la gracia del bohemio.
Ramón Ordaz |rordazq@hotmail.com

14 Jun, 2018 | De los extramuros del ayer, una crónica de mi paso por Cumaná: Espontáneo, tempranero sobre el alba, jocoso, espléndido en la palabra que empeñaba, ese era Ron de a Locha. A pesar de sus rones mañaneros, su robusta contextura, la cara ancha y encendida, en sus ojos titilaba el alma de la buena gente; destacaba su nariz aguileña que picoteaba con plena confianza en el avispero sabatino del mercado. Su reconocida anormalidad era el alcohol que lo volcaba pletórico y emocionado entre quienes compartían aquella augusta sencillez.

Hay borrachos de borrachos. “Un borracho impertinente arruina su carrera de hombre, que es como decir la vida, sus pasos sobre la tierra; usted a lo suyo y yo a lo mío, ¿me entiende? Yo no estudié, pero tengo mis facultades. ¿Sabe por qué? Porque soy un amante incondicional de la inteligencia mundana. Aquí en el mercado, desde la madrugada, hay goces que no me ofrece el resto del día. ¿Es menos útil el topo porque vive y trabaja en la oscuridad? Yo soy un animal nocturno. Dígame, mi don, ¿por qué los cuerpos son siempre más bellos en la oscuridad? El día los descompone, los marchita, los regresa al origen. Toda autenticidad es fea, engaña, es neutra, no es obra de Dios.

Amo a Dios por inauténtico y lo siento más de noche que de día. Dios es un ser nocturno y los que duermen nunca podrán encontrarlo. Al ponerse el sol, ese rebaño de perezas que asiste a misa no va más que a compartir su soledad en el templo.

Dios se ha ido y no poseen otra cosa que la oración y la mantilla. Por eso, antes de que se haga el día, yo preparo mi sueño hasta que venga la noche. Pareciera que esta gente que viene de compras solo conociera un sentido de la vida, su orden, y que nosotros vivimos como animales sin conciencia ni piel. El aguardiente, el tabaco, no matan a nadie. Para mí queda la desgracia del borracho y para usted la gracia del bohemio.

Su embriaguez, por muy terrible que resulte su acto final, no pasará de ser una excentricidad, como bien lo ha dicho Feliciano, el pregonero de la prensa que aquí llega puntual. Juancho Madrid, ‘Sietepeas’, otro odioso remoquete, es parte de nuestro subdesarrollo, y por muy sereno y cordial que me manifieste, sus vínculos serán simiescos: me han condenado a cargar con una mona. ¿Ve la diferencia? ¿Por qué tomo tanto? ¿Por qué come usted tanto? ¿Se acuerda del famoso retruco -retruécano corrige con picardía Feliciano- de “El libro de la perfecta salud”?: Hay que vivir para comer, no comer para vivir. ¿Que no es lo mismo? Hay que vivir para beber, no beber para vivir.

¿No es eso lo que hago para guardar el equilibrio en la tina que soy? Si es cierto que el 75 % de nuestro cuerpo es agua, ¿qué pueden hacer unas pequeñas dosis cúbicas de alcohol? Una generosa tarea profiláctica, antiséptica, me acredita el Dr. Pasquier cada vez que viene por aquí. Jamás me verá usted en la calle Larga haciendo cola para ingresar al hospital. Mi salud es inagotable”.




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