12 Jun, 2018 | “Homo sum: humani nihil a me alienum puto”, proverbio latino que significa “Hombre soy: nada humano me es ajeno”, del comediógrafo Terencio, que bien puede servir de entrada, al enterarnos que allá por Casanay, una mujer llevó un saco repleto de 10 mil billetes de 100 bolívares para pagar un kilo de mortadela, cuyo costo fue de un millón.

Por las redes circulan video y fotos de la señora cargando el saco, del cual descansó al cancelar la mortadela, para asombro de los demás compradores casanayeros.

Así que nada de lo que hacen los demás mortales nos debe sorprender, máxime en Venezuela, donde desde que llegó el chavismo al poder, lo insólito y lo grotesco forman parte de “nuestro pan diario” (otro absurdo más).

Y es que aquí no hay pan en las panaderías ni medicinas en las farmacias, y en ocasiones ni gasolina en las gasolineras, y menos dinero en los bancos. Incongruente también que en una nación donde el petróleo se consigue hasta abriendo un hoyo de pichas, las calles estén llenas de huecos; y que mientras el gas se quema alegremente en los mechurrios petroleros, la gente corre bajo el peso de las bombonas detrás de los camiones repartidores o en su defecto cocina a leña como en tiempos pretéritos.

Incluso, hasta escasean las estampillas, y eso que elaborarlas (o mandarlas a hacer) no debe ser tan difícil para el gobierno, además de que no se regalan sino que se venden, y que son una segura fuente de entrada para el erario venezolano. Bueno, pero qué se puede esperar en un país que de ser rico y soberano, fue convertido por Chávez en una miserable colonia de una pobre islita.