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Lo que sólo el amor puede inspirar A todas las mujeres Juan José Bocaranda E
Lo que sólo el amor puede inspirar / Foto: CORTESÍA 10 Jun, 2018 | Y el esposo, inspirado tal vez por el Cantar de los Cantares, dijo a su esposa, en reunión familiar oportuna y ante los tres hijos y el nieto: “A los cuarenta y seis años de nuestra unión, quiero cantarte estas flores como homenaje a tu amor constante, que has sabido administrar en tales proporciones y con tal calidad, que a través de tí he llegado a amar a todas las mujeres. Por eso hoy te canto: CAMPANA DE MI ALEGRÍA. Mi corazón era una copa llena sólo de sed, mi corazón es un surtidor de luces, gozo y complacencia, que ha hecho reverdecer mi jardín, mustio antes de encontrarte. y entronizaste en ella tu voz como campana de navidad que repica con perenne alegría. como un ramillete de flores cultivadas en mundos lejanos, donde los jardines nunca se marchitan. Por eso mi amor por tí es imperecedero. Y ahora agrego POR EL DON DE LA MUJER La primera mujer fue la primera tentación, y por ella nos valió la pena perder todas las costillas.I Inventó la palabra amor y nos enseñó a deletrearla. Vio titilar como un lucero el primer copo de algodón y lo halló útil. Por humanidad o por amor restañó la primera herida, alumbró la primera arepa, colocó el primer florero en la ventana, tuvo la idea de las escobas y fue la primera en barrer la cueva. Intuyó posible ordeñar las vacas y compartió el primer cántaro de leche. Recogió la primera postura de gallina, preparó la primera tortilla a la española, cantó la primera canción de cuna, inventó el “beso de coco”, manjar de dioses, y, equivocando los ingredientes inventó sin querer el esplendoroso “bienmesabe”. Dio el primer mordisco en la pelea y después pudo contarlo. Preparó el primer sancocho y llevó a la mesa el primer aguacate. Fue la primera en probar el ají picante y supo ocultar las consecuencias. Descubrió el sabor del cuerito de pescado al horno y colgó la primera cortina para que jugara el viento. Madame Curie descubrió las profundidades del fuego; María Montessori, enseñando enseñó a enseñar; doña Juana de Ibárburu sembró la primera higuera. Elevo, pues, mi copa por la mujer que nos hace vivir, amar, soñar y trabajar porque se sabe reina de nuestro corazón y le saca partido al hecho. Por ella estamos dispuestos a morir... si no queda otro remedio. Siempre se sale con las suyas, aunque no siempre tenga la razón. Por ella somos lo que somos. Es la flor y la gema y la luz más preciosas de toda la creación. Sólo me queda concluir diciendo, Gracias, Señor, por el don de la mujer. Y Amén”.
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