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Antípodas
Este mundo no tiene nada de monótono, y menos mal. Porque sería profunda y extensamente tedioso. De ahí que convengan los contrastes.
Juan José Bocaranda E.

Foto: CORTESÍA

Antípodas. / Foto: CORTESÍA

03 Jun, 2018 | Este mundo no tiene nada de monótono, y menos mal. Porque sería profunda y extensamente tedioso. De ahí que convengan los contrastes.

El ladrón manco

Bien lo recuerdo. ¿Cómo no lo haría...?

Aquella tarde un anciano asaltado en la Avenida Central asió la muñeca del ladrón y murió de un infarto. Se concentró numeroso grupo de curiosos al ver al anciano tendido de espaldas en el suelo, y al ladrón inclinado hacia el cadáver, sin poder librarse de aquella mano cada vez más fría.

Llegó la policía y tuvo que trasladar el cadáver y al ladrón como si fuesen siameses. En la morgue trataron de desasir la mano del anciano, pero ello fue absolutamente imposible, pese a los adelantos de la ciencia.

Claro que me acuerdo, pues yo era ese ladrón.

Solo me quedó una alternativa: vivir el resto de mis años con la mano del cadáver aferrada a mi muñeca, como una especie de grillete macabro, o aceptar que me amputaran el brazo. Opté por esto. Mi sentencia condenatoria se apoyó en pruebas evidentes, y purgué dolorosos años de cárcel. Pero mi mayor condena es verme hoy pidiendo limosna con un pote atado a mi muñón.

¿Por qué no te levantas?...

Un río de fuego corre a lo largo y ancho del pueblo de Betania, con la velocidad del viento. Las llamas quieren agredirlo todo, consumirlo todo. La gente procura salvar sus casas, pero tienen que huir, buscando dónde guarecerse con sus hijos, sus mujeres y sus padres, mientras las casas se consumen en brevísimo tiempo y se convierten en cenizas que iluminan la noche.

De pronto cesa el fuego como cuando alguien sopla una vela. Es que en ese pueblo se encuentra el Maestro Jesús con los doce Apóstoles y ha impuesto su voz sobre el fuego.

Cuando amanece, la ruina. Por ello es necesario que el pueblo renazca.

Una niñita se acerca a Jesús y le coloca la cabeza sobre un brazo y le dice que su padre es un borracho que gasta en aguardiente todo lo que gana la madre, por lo que no queda nada para comprar comida. Jesús la acompañó a su casa y allí conoció al hombre. Le dijo: hermano, mi hermano, ¿por qué no te levantas y me acompañas? La gente está sufriendo mucho. Debido al incendio perdieron todo. Hay que construirles otra vez casa, y tú y yo vamos a decirles cómo. Este es tu trabajo. Guía la reconstrucción. La gente te proveerá de lo necesario y te ayudará.

Y el hombre sintió cómo el amor y aquel buen trato, tan profundo y vibrante, que nadie le había brindado jamás, le rescataban el corazón con el calor del gozo. Se levantó, pidió ayuda para reconstruir el pueblo y recibió ayuda de todos. Y le renació la esperanza y recuperó la vida con entusiasmo y paz, volviendo a ser humano.

La pedagogía de la com-pasión siempre será la mejor vía para el rescate de la ignorancia. Lamentablemente la mayoría recurre a la represión y a la violencia, que producen el efecto contrario.




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