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Un sentimiento conmigo Y no me extraña, porque es un sentimiento con ustedes, con el río, realengo y callado, nuestro sentir de río, pastoreo de hojas secas; de manantial, de ese de ahí, espejos celestes y celestes visiones. ¡Azules, como los dos azules mares en los ojos de Chico Catire, el Tacarigüero! Perucho Aguirre
24 May, 2018 | Yo sé que ustedes -lágrimas mías- tienen un sentimiento conmigo. A mi hogar -entrañas silvestres- han llegado bandadas y más bandadas de pájaros a cantarme. Olvidamos que los pájaros quieren muy poco, porque quieren una sola vez; sentida, callada, pero, enraizadamente. Mis amigos los pájaros –abrazo eterno– se han confabulado con mi canto para salvarme el corazón y las debilidades azules, ya puntadas en nuestras humanidades. Sé que tienen un sentimiento conmigo. Lo he soñado y ya es habitual. ¡Por esa luz que nos ampara y este amor que nos acerca! He vivido de pesadillas y sobresaltos. En los mereyes del alba y en las espigas de la luminosidad he visto sus caras, alegres unas veces, compungidas otras. A mi hogar de silencios infantiles han llegado esos mereyes, espigas, mangos y bandadas de pericos. Una orquesta juvenil de azulejos que despiertan el sueño amado y me lo han contado: Y no me extraña, porque es un sentimiento con ustedes, con el río, realengo y callado, nuestro sentir de río, pastoreo de hojas secas; de manantial, de ese de ahí, espejos celestes y celestes visiones. ¡Azules, como los dos azules mares en los ojos de Chico Catire, el Tacarigüero! En mi entraña suenan esas campanas, se oyen esas voces de pesquería y se divisa ese Punto musical de labios abiertos; de pañuelo almidonado llamándome, reclamándome, amanayándome … Esa playa del Río, que en todo tiempo me grita y alerta: Y a mi corazón han llegado, uno por uno, los colores del estandarte vespertino de Juangriego, otro confabulado con los sabores de nuestros adentros, la ansiedad aquella que permitió que alguna vez nos conociéramos. El rojo, que se fugó de los incendios de aquel ocaso, llegó asustadísimo y muy nervioso me dijo: El verde no pudo hablarme, se fue en llantos. Jamás imaginé que las lágrimas de un color pudieran convertirse en perlas legítimas alguna vez. Sí, en perlas de las de adentro del poema marino. El amarillo se trajo al orfebre Jesús "Chu" Boada, para que le mantuviera sus hechizos de malojo dorado, costosísima pulitura de araguaney encendido. Se acercó sigilosamente y me dijo: Me agaché y, con todo el terciopelo y el polen que le caracteriza me dijo: ¡Ah! y si fue el azul, ese se pasó; es como para llorar o reír, como para ganar siglos, muchos siglos. Ese llegó muy temprano y se trajo toda la alfombra bailarina de los mares y con él, olas, piraguas, horizontes y rancherías. El azul –único beso legítimo- me lo soltó ahí, a la orilla de mis encalladas manos con música de viento y acompañamiento de propela: ¿Azul?
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