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Enrique Bernardo Núñez: de cronistas y académicos
La obra de Núñez como narrador, historiador y cronista, empeñada en restaurar ese pasado nuestro cuando no ilustrarlo con su péñola y con su inteligencia, dio lugar a que la Asociación Nacional de Cronistas Oficiales de Venezuela (Ancov) declarara la fecha de su nacimiento como Día del Cronista, en 1986.
Ramón Ordaz | rordazq@hotmail.com

19 May, 2018 | Este 20 de mayo es altamente significativo para la historia cultural del país, no porque los venezolanos vayan a asistir a otro espectáculo cívico-militar, a un circuito de promesas que, más temprano que tarde, la realidad se encargará de desmentir, sino porque un día como este de 1895 vino a esta tierra de gracia Enrique Bernardo Núñez, uno de esos seres excepcionales difíciles de hallar en la actual generación veintiunera, sobrevenida y mal venida a un escenario donde falta talento y talante para asumir las riendas de un tiempo que pasa como caballo desbocado.

La obra de Bernardo Núñez como narrador, historiador y cronista, empeñada en restaurar ese pasado nuestro cuando no ilustrarlo con su péñola y con su inteligencia, dio lugar a que la Asociación Nacional de Cronistas Oficiales de Venezuela (Ancov) declarara la fecha de su nacimiento como Día del Cronista, en 1986.

Su obra narrativa antecede a la del ensayista histórico y cronista que se hará manifiesta en "Signos en el tiempo" (1939), la que constituye su opera prima en esta materia. Temas nacionales e internacionales confluyen en este libro. Antes su interrogación a la historia había arrojado libros inolvidables para nuestra literatura como "Después de Ayacucho", "Cubagua" y "La galera de Tiberio".

Una de sus crónicas de "Signos en el tiempo" hace referencia al discurso de Manuel Díaz Rodríguez ante la Asamblea Constituyente de Nueva Esparta en 1925. Testigo de lujo, corriendo para los cien años, todavía tiene vigencia su juicio sobre aquellas palabras memorables de Díaz Rodríguez: "Documento honroso en todo tiempo para un hombre público, cualesquiera que fueran las circunstancias políticas de su Patria". He leído y releído el "mensaje" de Díaz Rodríguez; digno de una reedición.

En una crónica que titula "Academias" da lata contra un mal que quisiéramos superado, pero que merece recordarse por lo ilustrativo y ejemplificador: "Pero los académicos no son amigos de hacer historia. Su ideal es que la historia se detenga en los confines del pasado, en una inmovilidad bañada de luz eterna. (…) porque en un país como el nuestro necesita de historia viva y no de historia muerta. Necesita que su historia encuentre continuadores, sin los cuales la historia no tiene sentido. Ni la historia, ni la cultura". Sin ánimo de contrariar a nadie, esa historia viva que solicita Bernardo Núñez requiere de buenas dosis de creación, de invención y de ficción de ser el caso. Hay historias que han devorado las polillas, y hay que agradecérselo a tan insaciables lepidópteros.

La historia del presente siempre es un reto y nada tiene que ver con esos anacronismos, necios y absurdos, de quienes se momificaron con la patria del pasado. Habermas, lo recordó en estas páginas Manuel Narváez, nos habla hoy de la "patria constitucional": por allí suena la historia viva que propone Bernardo Núñez.




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