Porlamar
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La puñalada del hambre
Ese es el escenario desde donde Carlos y Jacinto salieron hacia Porlamar a buscar comida. Como todos los días. De dos o tres restaurantes del centro fueron amenazados por fieros porteros. En los alrededores de la plaza Bolívar pidieron limosna y nadie les atendió el ruego. Se fueron luego al hospital a rebuscar entre la basura, que amontonan detrás de la cocina del HLO.
Ángel Ciro Guerrero angelcirog@hotmail.com

18 May, 2018 | Carlos recién cumplió los cuatro años. Jacinto apenas ocho. Son amigos. De un rancho al otro, donde viven, una cuadra los separa. La suya es remedo de calle, que los niños y los mayores transitan evadiendo charcos pestilentes, perros, famélicos, realengos y también abundantes ratas.

Allí la gente se roba la luz y el Gobierno se hace el loco. Pero tampoco agiliza lo del agua potable. El transporte deja al usuario allá abajo, bien lejos, en la avenida y la policía, en moto, sube alguna vez por la cuaresma. El vallenato ramplón y el reguetón vulgar más que grosero aturden día y noche. Los hombres madrugan para ir a bregar en lo que puedan, dejando a sus mujeres muertas de angustia por no encontrar qué alimentos darles a los más pequeños. A la entrada del sector, una valla inmensa, cuyo costo ¡cuidado si supera lo necesario para pavimentar la calle!, recuerda que sí tenemos patria.

Ese es el escenario desde donde Carlos y Jacinto salieron hacia Porlamar a buscar comida. Como todos los días. De dos o tres restaurantes del centro fueron amenazados por fieros porteros. En los alrededores de la plaza Bolívar pidieron limosna y nadie les atendió el ruego. Se fueron luego al hospital a rebuscar entre la basura, que amontonan detrás de la cocina del HLO.

Jacinto tuvo suerte. Encontró un pedazo grande de auyama. Carlos se lo arrebató y salió corriendo. Perseguido, fue alcanzado, derribado y apuñaleado por Jacinto. El puñal le atravesó el hígado. Quienes presenciaron la penosa escena llevaron al niño herido de gravedad a Emergencia. Costó salvarle la vida.

El otro niño, también víctima del hambre, pasó a constituir un severo problema para la ley. ¿Quién le devolverá la inocencia perdida ya en su corta vida? Jacinto, ¿se quedará sin futuro?

Lo que se cuenta es cierto. Como igual lo es que en los hospitales otros niños se han muerto desnutridos. ¿Cuántas puñaladas propinará el hambre de aquí a que llegue la
ayuda humanitaria o la cosecha
de auyamas alcance para todos?




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