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De Corea a Venezuela
Es cierto que Venezuela se ha separado desde un punto de vista geopolítico del área de influencia estadounidense, y eso es motivo de fricciones, puesto que rompe con la tradicional ubicación del país.
Leopoldo Puchi

27 Mar, 2018 | Hace unas semanas, el presidente Nicolás Maduro recibió a Caleb McCarry, asesor de la comisión de política exterior del Senado de Estados Unidos, quien había solicitado una reunión para tratar la situación de Joshua Holt, originario del estado de Utah, detenido en Venezuela. Esta gestión se realizó bajo la intermediación del Grupo Boston, del cual han formado parte tanto McCarry como el propio Maduro.

En principio, la actividad se inscribe en las frecuentes gestiones que realizan los parlamentos de cualquier país en favor de sus ciudadanos. Sin embargo, habría que destacar que la ocasión ha servido para establecer un hilo de comunicación entre dos países que desde hace algunos años han bajado a un mínimo sus relaciones diplomáticas. Es una iniciativa que tiene una importancia que no se debe desestimar, por más que no emane directamente de la Casa Blanca, ya que y todas las iniciativas en materia de política exterior se hacen de manera concertada con el Ejecutivo.

El valor de esta hebra que comunica dos factores en pugna reside en que, más allá del caso particular, señala el camino más apropiado para manejar los puntos de fricción o las diferencias que tienen los dos países sobre distintas materias. Como se sabe, en situaciones de conflicto lo indicado es la búsqueda de acuerdos.

Esto es válido no sólo para situaciones como las de un conciudadano en problemas, sino también para casos de mayor envergadura, como las tensiones que existen entre las dos naciones.

Es cierto que Venezuela se ha separado desde un punto de vista geopolítico del área de influencia estadounidense, y eso es motivo de fricciones, puesto que rompe con la tradicional ubicación del país.

Sin embargo, hay que tomar en consideración que las viejas doctrinas no tienen la misma vigencia en un mundo globalizado, en mutación, y en el que los controles territoriales son menos significativos. De modo que se pudiera diseñar un futuro de relaciones en el hemisferio en el que se conjugue el respeto a la independencia de cada país y distinta formas de cooperación.

La negociación es lo que se recomienda en el mundo actual para resolver los conflictos, aún en casos muy diferentes del venezolano, como el de la península de Corea que involucra armas nucleares y a países que formalmente nunca pusieron fin a la confrontación iniciada durante la Guerra Fría.

Las conversaciones que puedan desarrollarse abren mayores posibilidades de solución al conflicto que una confrontación directa, que se sabe cómo comienza pero no cómo va a terminar. No está demás señalar que ya se anuncia un encuentro entre Donald Trump y Kim Jog-un, el “hombre cohete”.

Siendo las tensiones entre Venezuela y Estados Unidos de un tenor distinto, incomparable con Corea, es válido preguntarse por qué no se intentan resolver los puntos en discordia por medio de la creación de una mesa de diálogo entre los dos países. ¿Es que acaso solo negocian los países que tienen armas nucleares?




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