Cuando puede, participa en jornadas de apoyo comunitario. / Foto: CORTESÍA

20 Mar, 2018 | Jherina Esteves se emociona cuando habla de la labor que realiza a favor de la infancia, y el apoyo que brinda en centros de reclusión de jóvenes que, en un momento de sus vidas, tomaron el camino errado. Además de terapeuta de familia, es nutricionista, motivo por el cual no escatima a la hora de realizar jornadas para dar alimento a esa población más vulnerable. Le alarman los actuales índices de desnutrición infantil en Venezuela.

En lo filosófico, medita sobre los valores y la importancia de la familia en la sociedad, y está convencida que el cambio necesario está en el mismo ser humano y en su entorno.

Agrega las siguientes reflexiones: “Una familia está compuesta básicamente por un papá, mamá e hijos, y de acuerdo con la diversidad de culturas puede variar, sumándose los abuelos, tíos, primos y una mayor cantidad de personas que forman parte del círculo familiar. Sin embargo, no podemos negar algo real dentro de la sociedad: la orfandad, que es un estado en el que un hijo o una hija es sometido involuntariamente a carecer de padre o madre por circunstancias médicas, económicas, sentimentales, donde la ausencia de uno o ambos, que son pilares del hogar, tiene consecuencias visibles”.

Continúa explicando que “el estado de orfandad hace que muchos niños vivan el peligro de ser víctimas del tráfico de órganos, violencia sexual, adicciones, consumo o tráfico de drogas. Los hogares que acogen a los infantes son un refugio temporal ante el clima adverso de violencia de la sociedad y las calles. En algunos casos ayudan a que los niños adquieran confianza a partir del cariño que les brindan los educadores con los que cuentan los centros; en otros, ocurre lo contrario”.

Jherina Esteves está en contacto con esta población y está consciente que tal situación genera incertidumbre personal a un niño o niña huérfano o en situación de calle. ¿Qué alcanzar? ¿Qué soñar? ¿Qué pensar? “Gracias a Dios, algunos de los infantes que atraviesan esta situación pueden superar la depresión con la ayuda de otras personas, pero otros viven albergando sentimientos negativos creyendo que no existe esperanza. Les dicto, incluso, talleres para el manejo de la ira”.

Por eso, cuando vemos el dolor, la tristeza, el abandono, el rechazo se nos arruga el corazón. Constatamos que el deterioro de la familia destruye la vida de los hijos, y suman a la descomposición social.

ALIENTO DE VIDA

A través de la Fundación Aliento de Vida, con 10 años de existencia, y como pastora de la comunidad cristiana Leche y Miel, asegura que trata de ayudar en lo que puede, porque hay que aportar todos un “granito de arena”.

Dicta talleres en el reclusorio de Los Cocos, y en el femenino de Los Robles, llevándoles palabra y acción. Igualmente promueve jornadas donde brinda comida a los pequeños en distintas comunidades. “Hay que pedirle a Dios que nos siga dando fuerza para ayudarlos, también en lo psicológico y emocional”.

Comentó que ha tenido experiencias muy bonitas, como el reciente curso de barberos a 12 jóvenes reclusos, quienes aprendieron un oficio, con apoyo de la Academia Zulay Montilla.