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“Tragaplata”
Ante esta retahíla de No que ha lanzado el tío Caballo y que amenaza con extender por un buen rato, le insto a que de una vez por todas me diga el nombre que lo tiene crispado y a que o a quien identifica con él.
Marcos Tineo M. | tineo.marcos@gmail.com

18 Mar, 2018 | “No sobrino, no. No me voy a referir al Embustero y su régimen, aunque el nombrecito le cuadraría como dedo en la nariz, pues a lo largo de los últimos 18 años se han devorado la inmensa renta petrolera y engordado sus barrigas mientras que al resto de los venezolanos sólo le ha tocado las migajas que caen de la mesa de esos señorones”.

Asegura el tío Caballo Rojo, después de echarme su bendición, que tampoco hablará de los corruptos rojos rojitos que han venido tragando los presupuestos de los estados y de las alcaldías mediante contrataciones que no resisten una ligera ojeada, en medio de una orgía desenfrenada de sinvergüenzura, como nunca se había visto en este suelo.

“No mencionaré con ese nombre al galopante costo de la vida, a ese potro encabritado que llaman hiperinflación, que recorre todo el país y que ha significado la ruina de la clase media y de los trabajadores, gracias a la política económica iniciada por el Difunto y continuada y exacerbada por el Embustero a lo largo de estas dos décadas de su gobierno”.

Ante esta retahíla de No que ha lanzado el tío Caballo y que amenaza con extender por un buen rato, le insto a que de una vez por todas me diga el nombre que lo tiene crispado y a que o a quien identifica con él.

“Se trata, sobrino, de la montaña vital para la gente de Paraguachí, de todo el valle, esa que recorrí durante mis tiempos de muchacho, la que nos dio y sigue dando el agua para apagar nuestra sed, para que en las casas se preparara la comida y se hicieran los demás oficios del hogar, la que nos dejó cazar alguna que otra presa para completar la vianda o coronar alguna parranda, esa que sirve de marco al acogedor pueblito de La Rinconada y que transitando por su ladera nos permite llegar hasta el otro valle, el de Pedro González”.

El tío se emociona cuando habla de sus querencias, toma aliento y sigue describiendo su montaña. “Es que es tan generosa que no le bastó obsequiarnos el manantial al que nosotros llamamos “Río Paraguachí”, sino que hacia los lados de Aricagua, desgrana otra vertiente de agua purísima”. Nuevamente lo interrumpo para que me explique a que viene todo esto y me dice que hace algunos días alguien se refirió a ese cerro por otro nombre, hecho que le molestó mucho. “Cómo es posible que unos lo estén llamando ahora El Tapao y otros El Cacao, además de otra ringlera de nombres que nada tienen que ver con nosotros y con nuestra tierra. Mire, yo una vez escuche a unos señores decir que el nombre de esa montaña era San Francisco de la Palma Real, pero la realidad es que yo siempre oí a mis viejos, a la gente de mi época, llamarla Tragaplata. Y si así la bautizaron nuestros antepasados, no veo el motivo para darle otro nombre. Es cuestión de identidad, como diría el pariente Verni”.




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