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Filcar 2018: Elogio a la perseverancia
De aquélla alta escalera hubimos de bajar, uno a uno, los peldaños para plantearnos el porvenir de los textos escritos. Del hombre lector, libro, lectura. Condenados los libros a la muerte, por nosotros durante el bebicidio aquella infausta madrugada, de lo cual me siento incómodo y avergüenzo, nos produjo un golpe el estallido de Ludovico Silva. Su sentencia, aún la tengo fresca en la memoria Había estado silencioso durante largo rato.
Walter Castro Salerno | walterjosecastro@yahoo.com

17 Mar, 2018 | Que en una de las tantas regiones de un país depauperado, devastado por el azote de la más severa crisis económica y social de su historia, en el último siglo, se invite a una fiesta en honor del libro, es causa a la vez de asombro y de admiración.

Tanto más si tomamos en cuenta el hecho, que esta región, formada por las islas de Margarita, Coche y Cubagua, ubicada hacia el naciente y en el extremo inferior del arco antillano, es, con mucho, una de las afectadas casi como con saña. En forma directa y brutal. Duros trabajos pues y ardua faena, aguardarán y serán para los que como el caballero de La Mancha, animosos y tenacísimos emprenden el camino para invitarnos a una feria en la cual es el libro quien tiene el rol protagónico más importante.

Aquél súbito asombro, digamos mejor, perplejidad, dadas las miserias que padecen actualmente los venezolanos, se juntan y crecen con un verdadero sentimiento de admiración si topamos con la circunstancia, no fortuita, que es ésta la IV convocatoria para celebrar la magia de los libros. Permítaseme, y solicito disculpas por la descortesía de una digresión absolutamente personal. En cierta ocasión, en alguna taberna de la avenida Solano López, en Caracas, abierta las 24 horas y sede de la “República del Este”, la genuina, la auténtica, las otras son de pacotilla, bebíamos una caña muy sabrosa, el Presidente de aquélla grande y luminosa república, Caupolicán Ovalles, el diamante intelectual y espiritual que era Ludovico Silva y quien arma este texto. El tema, o mejor sea dicho, los temas, porque allí, durante la tarde, noche y hasta que comenzó a salir el sol se hablaba de todo. Ludovico rozaba, con su mano prodigiosa la pintura renacentista en Flandes e Italia, el concepto de la plusvalía según el Marx joven, la belleza del misterio que se esconde tras las misteriosas siluetas de las catedrales góticas, las prostitutas de Ámsterdam comparadas con las de Praga o Nápoles, y así uno tras otro ámbito era conquistado sin interrupción por la conversa, Caupo y el suscrito se enzarzaron en una discusión en torno al monólogo, cargado de enorme erotismo de Molly en el acto final del “Ulises” de Joyce. La “generación perdida” norteamericana.

De aquélla alta escalera hubimos de bajar, uno a uno, los peldaños para plantearnos el porvenir de los textos escritos. Del hombre lector, libro, lectura. Condenados los libros a la muerte, por nosotros durante el bebicidio aquella infausta madrugada, de lo cual me siento incómodo y avergüenzo, nos produjo un golpe el estallido de Ludovico Silva. Su sentencia, aún la tengo fresca en la memoria Había estado silencioso durante largo rato.

Escuchándonos serenamente: “Epa, poetas, de qué carajo hablan ustedes? Los libros no se mueren, nunca morirán. Mientras exista un hombre, una mujer, un niño, un viejo que agarren un libro, uno solo de entre ellos, los libros seguirán viviendo hasta el colapso final del universo”. Además, agregó, palabras más, palabras menos: “Lo que se necesita es perseverancia para que sigan viviendo”. Es lo que han hecho los organizadores de la Filcar 2018 esta semana desde el 12 al 18 de este mes en Margarita.














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