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Científicos lo comprueban: eres una mejor persona cuando estás enamorado
Una neurocientífica de la Universidad de Chicago lleva años estudiando cómo el amor puede transformar nuestros cerebros y comportamiento para resolver preguntas como: ¿cómo difiere, a nivel cerebral, el amor de la lujuria?
Redacción | @soldemargarita

The New York Times

Stephanie Cacioppo junto al neurocientífico de la Universidad de Chicago John Cacioppo / The New York Times

14 Feb, 2018 | Stephanie Cacioppo es una neurocientífica de la Universidad de Chicago que ha dedicado buena parte de su carrera a mapear las interacciones que provoca el amor en el cerebro. Sus investigaciones y algunas otras teorías que ha desarrollado la han confrontado con otros científicos que describen el amor romántico como una emoción o impulso primitivo, incluso una droga.

Con el uso de escaneos cerebrales, la Dra. Cacioppo ha recopilado datos que sugieren que enamorarse activa no solo el cerebro emocional, sino las regiones involucradas con actividades intelectuales y de cognición de alto nivel. “Eso significa que es posible que el amor tenga una función real: no solo poderse conectar emocionalmente con las personas, sino mejorar nuestro comportamiento”, dijo.

Qué hacer si el sexo duele

La Dra. Cacioppo afirma que hay beneficios mentales y físicos de todo tipo que provienen de estar enamorado. Dice que puede ayudarnos a pensar más rápido, a anticipar mejor los pensamientos y comportamiento de los otros o a recuperarnos con mayor rapidez de una enfermedad. “Las pruebas empíricas que he hecho en mi laboratorio sugieren que, de muchas maneras, cuando estás enamorado eres una mejor persona”, dijo.

El primer caso que estudió fue el de sus propios padres. Creció a las afueras de Chambéry en los Alpes franceses y recuerda que sus padres se quedaban viendo con ensueño a los ojos y que siempre estaban agarrados de las manos. Cuando era niña pensaba que el vínculo entre sus padres era casi mágico, como si hubieran desarrollado una conexión telepática. Y después estudió la biología detrás de ese comportamiento, que también es bastante mágica: hay maneras, dijo, en las que el sistema de neuronas espejo nos ayuda a predecir lo que va a hacer una pareja antes de que lo haga, mientras que verse a los ojos o darse las manos aumenta los niveles de oxitocina, un neuropéptido que incrementa los sentimientos de empatía y confianza hacia alguien. “Tu cerebro ya sabe que amas a esa persona antes de que tú mismo lo sepas”, afirma.

En un experimento de la Dra. Cacioppo y de su equipo, los participantes usan capuchas con sensores para electroencefalogramas mientras ven diferentes imágenes y se estudian sus movimientos oculares con un sistema infrarrojo. Su primer gran hallazgo en temas del amor surgió a principios de su carrera, cuando era una investigadora de posdoctorado en Dartmouth College. En varios experimentos le mostró a los participantes imágenes y nombres de personas –de desconocidos, de amigos neutros y de sus parejas– y usó técnicas de resonancia magnética para ver qué secciones del cerebro se activaban al verlas.

Utilizó los datos para diferenciar el amor pasional y romántico –de otras emocionas más básicas (como la felicidad) y de otros tipos de amor (el maternal, por ejemplo) –, pero también para identificar doce diferentes regiones cerebrales que eran activadas por este tipo de amor.

“Lo que se me hizo fascinante es que podías ver que el amor tiene su propio patrón cerebral, como un plano”, dijo la doctora. (Según algunos investigadores, otras emociones como el enojo y el desagrado también muestran oscilaciones eléctricas cerebrales propias).

Después utilizó electrodos para medir qué tan rápido se activaba esta “red neuronal del amor” cuando los participantes veían a alguien de quien estaban enamorados. El resultado la sorprendió: “Tardó menos de medio segundo, lo que es pre-consciente. Entonces tu cerebro ya sabe que amas a esa persona antes de que tú mismo lo sepas”.

Claro que el ambiente estéril de un laboratorio de neurociencias es muy distinto al del mundo real. Pero estos experimentos permitieron que la Dra. Cacioppo y sus colegas pudieran identificar un área específica del cerebro –el giro o circunvolución angular– que parece ser más sensible al amor. Mientras más apasionadamente enamorada decía estar una persona, más se prendía esta zona.

Ubicado detrás de la oreja, el giro angular solo se encuentra en simios y humanos, lo que significa que se desarrolló durante una etapa tardía de la evolución, y ha sido vinculada a la creatividad y el pensamiento abstracto. A la Dra. Cacioppo le gusta llamar a esta zona “el pequeño robot en tu cabeza”: aquel que nos ayuda a procesar los idiomas y números y que gestiona datos autobiográficos complejos y profundos, como la percepción de uno mismo y la “teoría de la mente”, la capacidad para reconocer y atribuir ciertos estados mentales (como los deseos y pensamientos) a uno mismo o a otros.

Así que enamorarse, según la Dra. Cacioppo, es como ejercitar intensamente el giro angular. “La manera en la que lo fortaleces es al formar nuevas asociaciones… aprender, viajar, explorar nuevos conceptos y culturas y, sí, enamorándote”, dijo. “Y dado que el giro angular está conectado a tantas partes integrales del cerebro, el hacer conexiones ahí te ayuda a ser más sagaz para otras situaciones que no necesariamente tienen que ver con tu pareja sentimental”.

Espera que su investigación invite a la gente a tener un punto de vista más abarcador sobre el valor del amor romántico.

Amor o lujuria

La neurociencia involucra algo de trabajo de detective; hay que seguir corazonadas, revisar mucha evidencia y eliminar pistas falsas. Para dilucidar bien cómo influye el amor en el cerebro, la Dra. Cacioppo necesitaba hacer más que identificar las regiones cerebrales que se activan con estar enamorado: tenía que separar el amor de su compañera cercana, la lujuria.

Una zona del cerebro que tiene algo de pistas sobre la relación entre el romance y el deseo se llama la ínsula, dentro de la corteza cerebral. Se divide en dos partes: una ínsula posterior más pequeña (que registra el dolor, el calor y el contacto sensual) y una ínsula anterior algo más grande que puede ayudarnos a entender esos sentimientos y que, se cree, está involucrada en el pensamiento abstracto.

En sus estudios con resonancia magnética funcional (fMRI, por su sigla en inglés), la Dra. Cacioppo halló que la ínsula posterior se estimulaba más por sentimientos de deseo sexual y la ínsula anterior, por los de amor. Esta investigación apuntaba a que la ínsula está relacionada, de alguna manera, con nuestra capacidad de formar y mantener relaciones amorosas.

En vez de ver el deseo sexual como un opuesto total al amor, la investigación de la Dra. Cacioppo la ha llevado a pensar en ambos como parte de un espectro. Las sensaciones más viscerales relacionadas a la lujuria a veces pueden llevar a sentimientos más abstractos de amor. “Un deseo sexual fuerte, cuando es correspondido y coactivado con el amor, puede promover la fidelidad, un amor duradero y la monogamia”, dijo.

Pero, aunque el amor y la lujuria se complementan, la doctora advierte que no son requisitos previos el uno para el otro y que son sentimientos complejos que pueden cambiar con el paso del tiempo: el amor puede profundizarse y el deseo sexual desvanecerse. “Uno de los secretos para una buena relación es que te atraiga alguien por elección y no por necesidad”, afirmó.




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