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El Madrid se reencuentra en Mestalla
Zidane sofoca la situación de su equipo, que se impuso con dos penaltis de Cristiano y dos grandes goles de Marcelo y Kroos al final.
Redacción | @elsoldmargarita

Foto: CORTESÍA

El conjunto merengue toma un respiro antes de su encuentro con el PSG. / Foto: CORTESÍA

27 Ene, 2018 | El Madrid lleva once goles en dos partidos de Liga y salió de Mestalla como hacía tiempo. El resultado y la evidente mejoría no ha de ocultar los problemas que aún tiene: los fallos en la salida, las caídas de tensión, las calamidades individuales... Pero es posible decir que ha reencontrado algo de lo perdido en los últimos meses, y que en algunos futbolistas asoma algo que quiere ser un buen estado de forma. Asoma solamente.

El resultado altera la realidad del partido. No fue tan fácil.

Zidane alineó a los que debieron jugar contra el Leganés. En cierto sentido, su semana ha sido perder la Copa y cansar el rival del Barcelona. Salía el Madrid con la bonita equipación azul, quizás una de las mejores cosas de la temporada. publicó el portal web ABC.es

El partido empezó vivo, alegre. Una ocasión de Bale después de un choque entre Neto y Garay; y respuesta de Rodrigo, incordiante en sus primeros movimientos.

Cuando el Valencia parecía querer adueñarse del partido (los titubeos en la media blanca, tan habituales como clamorosos), el Madrid hizo una contra de las de tiempos de Mourinho. Cristiano, Marcelo y Benzema, tres carriles, velocidad y buena triangulación. Acabó en penalti claro sobre Cristiano, casi multitudinario, que el mismo Cristiano transformó.

El partido entró en una fase interesante que no terminaba de cuajar en nada. El Madrid tuvo unos minutos dulces con instantes de Modric en esa L táctica que proyecta; cuando Cristiano bajaba a la banda dibujaba un 4-1-4-1 en defensa que duraba un suspiro. Lato controló a Bale y el Madrid atacó sobre todo por la izquierda, el triángulo entre Marcelo, Kroos y Cristiano, el más activo de la BBC. Se entonaron poco a poco. Marcelo lleva dos grandes partidos.

En el Valencia había espera y luego arreones con los movimientos de Rodrigo y las subidas de Montoya. El partido se luchaba en la media. Kondogbia empujaba a su equipo y chutó con peligro en el 25. Pero se le veía cansado al equipo, con una intensidad menor que otras veces. Rondaba el peligro, pero el Madrid controlaba relativamente.

Era un momento para apostantes. Hubo muchos minutos en los que la moneda del partido no sabía a qué lado caer.

En ese estado de indefinición, con caídas de ritmo y lagunas por ambos bandos (en el Madrid fue dramática la salida de balón y el problema crónico de la pérdida de balones), llegó el segundo penalti. Un penalti absurdo, pero penalti. Benzema esperaba un centro en el área con la quietud habitual, quietud que sin embargo significó algo porque Montoya, llegando desde atrás y con un ardor excesivo, le empujó en el despeje. Al penalti contribuyó el contraste entre su entusiasmo (hizo los dos penaltis) y el estatismo natural del francés.

Cristiano marcó el segundo y lo celebró como alguien que no tiene que hacerse perdonar. Esto se ve como chulería, pero es una virtud que echaremos de menos.

Hubo bronca en Mestalla, algún pañuelo, «Así, así gana el Madrid», y vimos cómo Cristiano se crece en el castigo, cómo esos estados de ira colectiva estimulan su juego.

Tras unos minutos para superar el golpe, y en volandas de su público, el Valencia llegó de nuevo al final de la primera parte: ocasiones de Rodrigo, muy claras, tras jugada de Santi Mina, y otra de Guedes.

En el descanso, la preocupación de la tribuna era ver una y otra vez las repeticiones de los penaltis –pues es inaudito que dos penaltis se le piten al Madrid a domicilio-. No se descartaba la remontada. En el rival habia aún algo quebradizo.

El ánimo de remontada le duró un rato al Valencia, que salió con fuerza y aprovechó unos minutos de letargo del Madrid. Esto es casi una costumbre. Marcelino sacó a Carlos Soler, que hizo trabajar a un Marcelo con pocas ayudas, y a la vez liberó o revitalizó a Parejo.

El Valencia llegó, pero encontró su gol en un córner. Otra vez sufrió el Madrid ahí. Santi Mina se zafó del marcaje de Nacho y remató en una zona impropia. Sin mejorar el balón parado no se puede hacer nada en Europa.

El Valencia apretó mucho y el partido estuvo un rato en el alambre. Soler era un foco de juego y Keylor le sacó con el pie medio gol a Parejo. Keylor fue fundamental, por eso el 1-4 puede llevar a engaño.

En ese rato Zidane apuró quizás demasiado, pudo haber marcado el Valencia, y fue cuando se decidió a mover el banquillo que el partido murió. Primero Lucas, luego Asensio, después Kovacic. Piernas y potencia y por fin una salida de balón que hasta entonces era tartamuda. El Valencia se agotó y el Madrid controló el final con suficiencia antigua. El Valencia lo dio todo, se vació y recibió el aplauso de su grada, pero su final fue feo. El Madrid reventó el partido con dos golazos. Marcelo, apoyándose en Asensio, marcó uno extraordinario de larga jugada; y Kroos remató el cuarto desde fuera con otra gran triangulación colectiva.

El Madrid estuvo vacilante, mal por momentos, a veces calamitoso, pero a la vez dejó ver cosas que parecían olvidadas. Se podría decir que hubo sensaciones recuperadas. Está en estado de crisálida. El equipo, el once, el llamado equipo A, recuperó algo de su identidad. Benzema es un ejemplo: en ocasiones fue un tormento, pero en la segunda parte arrancó un par de jugadas de las de antes.

Los cambios le hicieron mucho bien al equipo y van a ser el esquema habitual de los próximos meses. Ese Madrid de las segundas partes puede ser importante.

Se notó, en fin, una mejoría clara que le va a ayudar a remontar en Liga y a consolidar un ambiente de expectativa creciente contra el PSG. Con eso irá tirando. Diremos que Zidane ha sofocado la situación.




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