23 Ene, 2018 | Parodiando a Carlos Marx, Federico Engels y su “Manifiesto Comunista” de 1848, que pregonaba como proverbio existencial el de “proletarios del mundo, uníos", el inefable Nicolás Maduro ha proclamado entre las máximas de su gobierno "preñaítas de Venezuela, uníos", dando luz verde y aplaudiendo como grandes conquistas al embarazo precoz y a la paternidad irresponsable, premiando a la vez a cuanta carajita abulte su barriga en esta época de escasez de fórmulas lácteas, de pañales, de medicinas y de precaria atención hospitalaria a la madre y al recién nacido.

Mientras en Vietnam después de la guerra –la más brutal de la historia- la inflación aumentó en un 700%, aquí, sin estar sumidos en una conflagración entre países, se elevó en 2017 a 2.616%, alcanzando una pavorosa cifra de cuatro dígitos.

Así, para combatir la anomalía y surgir de abajo, entre las inteligentes medidas de Nicolás y sus lumbreras económicas, está la de pagar un bono de 700.000 bolívares mensuales a las valientes que se atrevan a salir en estado en tiempos de carestía, penurias y desesperanza.

Deben creer las pobres muchachas, carnet de la patria en manos, que 700.000 bolívares debe ser un dineral, algo como un contrato de Grandes Ligas o un gran estímulo para procrear, ya sea por iniciativa propia o por consenso con el marido o el noviecito de turno, deseosas de aprovechar la dádiva de Maduro, que no les alcanzará ni para unos días de cuidado de sus recién nacidos, y que luego, seguramente, lamentarán con amargura, por haberse dejado embaucar por su consorte o por cualquier bribón, solo por los cuatro reales que malamente les ofrece Nicolás.