15 Dic, 2017 | Margarita, Coche y Cubagua son islas que están abajo y hacia la izquierda, para el que entra en el Caribe por el norte y el naciente, y también hacia su izquierda se hallarán para quien ascienda hacia el norte desde los desaguaderos y caños del río padre, el Orinoco, río "serpiente enroscada". Tal ubicación, en la punta inferior del arco antillano, ciertamente afortunada, las han puesto al abrigo de violentas tormentas tropicales, los huracanes de los caribes que suelen devastar, de tiempo en tiempo, la región. Ya diré líneas más adelante cómo huracanes de otra clase, pero de efectos tan desastrosos como aquellos, las han golpeado y trastornan hasta el día de hoy.

Consecuencia del llamado "derecho de conquista" ejercido por el poderoso imperio español del siglo XVI y sometida bárbaramente la primitiva nación indígena, los guaiqueríes, fueron así entonces colonizadas por navegantes, aventureros, mercaderes, clérigos y soldados de fortuna, súbditos de la monarquía ibérica. Fue precisamente en la última de las islas nombradas, Cubagua, llamada Nueva Cádiz, donde nació la primera, algo efímera, fundación española en Venezuela. La escritura de cronistas -Oviedo y Baños- y juglares -Juan de Castellanos-, nos advierten de la fuerza seminal que impulsa la conquista, los placeres de ostras, en cuyos lechos de nácar brillan las perlas que excitan la avidez de las gentes llegadas del otro lado del océano. Parece fuera rasgo constante, ayer u hoy, el signo distintivo, la huella indeleble marcada sobre el cuerpo de la historia y la economía de estas islas: ser objeto de codicia, centro propicio al enriquecimiento fácil, al lucro injustificado y exagerado. Imán para la usura y la especulación.

La guerra dura, sangrienta, desatada desde 1810 a fin de emancipar a Venezuela de la Corona de España, tuvo o encontró, sin embargo, en las islas aportes de increíble desprendimiento, heroísmo y grandes penalidades y sacrificios. Fueron desde entonces conocidas como una Esparta nueva, donde el fiero valor de sus hijos en su combate por la independencia, igualaba a la antigua. Las vicisitudes, tropiezos y avances, arrebatos y caídas que conoce el pueblo venezolano en su historia durante el siglo XX se asumen en las islas como propios. E incluso mayor resignación. La diáspora de los isleños -carencia de agua, de salud, de empleos, de comida- los avienta al resto del país, de América, del mundo. Hay margariteños y cochenses, hombres y mujeres, niños y ancianos, regados en todas partes del globo. En las bocas del Amazonas y en Escandinavia, en Francia e Indonesia, en Abu Dabi e Italia, en México y el Japón. Van como buzos, técnicos petroleros, marinos, artistas, músicos, meseros, artesanos, curas y maestros, pescadores y marinos. Siempre con la risa jolgoriosa por fuera y adentro el fervor de la Virgen del Valle. Las islas comienzan a moverse hacia cierta difusa y desigual prosperidad con el auge del turismo, las burbujas inmobiliarias estimuladas por los bancos. La pesca artesanal e industrial. La zona franca y el puerto libre.

Los gobiernos se suceden uno tras otro, con cualquier color solo combinado: blanco, verde, amarillo, rojo, y las riñas de las tribus políticas. Las islas sufren hoy el abatimiento y la pobreza. La ausencia de planes claros, concretos y coherentes, a fin de estimular la industria del turismo; el comercio, pervertido por mercachifles nómadas e inescrupulosos y guisadores con dólares de taquilla y referencia; cliques políticas sinvergüenzas y cargadas de privilegios. Margarita y Coche con pésimos servicios públicos, sin agua ni víveres, Tal el panorama ominoso que se nos ofrece en este final de año, y no nos presagia nada bueno para el 2018. Margarita y Coche están en el ojo de un huracán.