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19 de abril de 2024





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Las Navidades "jateras"
El cuerpo estelar de la diversión lo conformaban "las guarichas", que cantaban y bailaban, hermosas como cayenas y sensibles de picardía, siguiendo los acordes maestros de la interpretación. Para abrir el campo y dejar espacio al espectáculo que avanzaba por el pueblo, bastaba la caridad de "el diablo" con sus cachos afilados, el negrumen de tizne que lo envolvía y sus amenazantes uñas de hojalata recién cortada, que repartía miedo e inspiración de leyenda entre los muchachos.
Mélido Estaba Rojas

16 Dic, 2017 | Antonio "Morochita" era uno de los primeritos en percibir y anunciar que estaba recalando diciembre con ese don para repintar satisfacciones y ahondar tristezas. "Punta Brava" –el nombrecito que se gastaba nuestra calle principal- abría más el infinito de su sonrisa, que olía a parranda amanecida, para que caminara sobre ella la respiración salobre de "Las Arenas" y "Caribe", empapelando a Altagracia con la curiosidad de versos arrancados por el garapiño del aguinaldo jatero. Oportuno es recordar que esta expresión cultural de género emblemático espera aún por su reconocimiento de parte de los manejadores del tema, aquí en Margarita.

Antonio Real y Aquilino Pino fueron doctorados por la universidad del ingenio en la disciplina que guarda los secretos de hacer "diversiones". Así que las latas de guatapanare, tapas de cartón, ñinguitas de alambre, engrudo o –también- emplasto de cautaro, y muchos pliegos de papel de color, se convertían en materia primaria para dar forma al carite, el guayamate, el turpial, el pavo o la gallina, que salían a repartir alegría, entusiasmo y hasta amor por aquellas calles donde sobraba felicidad y buena voluntad. Música y versos se enredaban en el ambiente como retoños de curichaguas: "Los saluda el guayamate/ que salió de Punta Brava/ y el que lo manda a bailar/ seguro que me lo paga". "Señor cazador/ por Dios no lo mate/ que no es nada extraño/ es un guayamate".

El cuerpo estelar de la diversión lo conformaban "las guarichas", que cantaban y bailaban, hermosas como cayenas y sensibles de picardía, siguiendo los acordes maestros de la interpretación. Para abrir el campo y dejar espacio al espectáculo que avanzaba por el pueblo, bastaba la caridad de "el diablo" con sus cachos afilados, el negrumen de tizne que lo envolvía y sus amenazantes uñas de hojalata recién cortada, que repartía miedo e inspiración de leyenda entre los muchachos.

"El cazador" surgía como el infame que disparaba con su letal guasiyuco para truncar el vuelo del animalito; pero el bien se imponía con la llegada del doctor, cabalgando un cabo de escoba que terminó su turno en algún patio vecinal. Se arrodillaba ante el paciente hablando clarísimo en una liga de lenguajes de risa, recetando remedios que fingía anotar en su palma con un tocón de lápiz despuntado. Inmejorable en este arte fue "Tino" el de "Choca", un excelente artista popular bañado por la gracia del humor auténtico, que siempre vio a la vida como una diversión decembrina.




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