12 Dic, 2017 | Con la tranquilidad del deber cumplido lo digo: yo sí voté el domingo. No fui de los que preferí quedarme en casa o salir a pasear ese día. Y además, para más información, sufragué por el candidato de la democracia en Arismendi, por el amigo Richard Fermín. No hacerlo hubiera sido darle la espalda a mi municipio y a La Asunción, que tristemente vino ahora a parar en manos de no sabemos quién; expuesta a las tropelías de la barbarie roja, con sus pintas chillonas, su abusivo uso del poder y su irrespetuoso trato al ciudadano.

Ejercí mi derecho y lo hice de corazón, no solo para no hacer coro a quienes desde la propia oposición aupaban malsanamente la abstención, en claro favorecimiento a los aspirantes de Maduro, sino tampoco a quienes por algún factor personal dejaron de acudir a votar y que ahora, al ver el escenario nacional rojo rojito, "lloran como mujeres lo que no supieron defender como hombres", recordando la frase de Aixa, madre de Boabdil el Chico, último rey moro de Granada, criticándole no haber defendido con gallardía a su ciudad, al entregarla sumisamente a los Reyes Católicos en 1492.

Del resultado de las pasadas elecciones municipales vendrá todavía mucha tela que cortar y seguramente, hurgando entre los retazos, conseguiremos a los muchos opositores que movidos por las peores pasiones humanas, jugaron a la pérdida de otros, así como también encontraremos a quienes descaradamente, a pesar de calificarse como adversarios del madurismo, lucharon corporativamente con sus candidatos para garantizar sus triunfos. Eso, sin meter el ventajismo oficialista ni las reiteradas marramucias del CNE.