7 Dic, 2017 | A la vuelta de la esquina nos espera un verdadero tsunami. Después de estas tristes Navidades en las que extrañaremos a las hallacas, a los estrenos, a los regalos y, sobre todo, a las personas queridas que han emigrado a otros países; llegará enero, el mes más cruel, el peor mes del que se tendrá memoria en los últimos sesenta años.

Serán muchas las empresas que no reabrirán sus puertas después del asueto decembrino, en consecuencia, muchos sufrirán el terrible desamparo que significa la pérdida de su fuente de ingresos. Pero también padeceremos los rigores de la profundización de la crisis del transporte, de la agudización de la escasez de alimentos y de medicinas, y de la inclemencia del carrusel enloquecido de la hiperinflación.

Años atrás, escribir en los términos en que lo he hecho, correspondía a la forma de expresión de personas con inclinación al pesimismo alarmista; entonces se les calificaba como voces agoreras, Casandras o profetas del desastre. Hoy, todos saben que en lo escrito no hay exageración amarillista; se trata simplemente de la constatación de las consecuencias de las delirantes y perversas "políticas económicas" del gobierno.

Esta breve "crónica de un tsunami anunciado" pretende ser un humilde, pero urgente y firme, llamado de atención a quienes participan en el proceso de negociación cuyos encuentros cara a cara se realizan en República Dominicana. Les pedimos que actúen con sensatez, con espíritu de amplitud, con sentido de grandeza nacional, con respeto hacia quienes padecemos los efectos de esta terrible crisis. El país no tiene BATNA (Mejor Alternativa al Acuerdo Negociado), todos los escenarios alternativos se leen en clave de tragedia. Señores: hagan su mejor esfuerzo para concretar un acuerdo eficiente que permita abreviar el sufrimiento de los venezolanos.