27 Oct, 2017 | Nunca como antes en su historia, al menos desde la guerra federal, la "guerra larga", a inicios de la década de los 60 en el siglo XIX, había tropezado directamente Venezuela con una crisis tan profunda y compleja, como la que hoy padece. La ha sumido, en todos los órdenes de su actual existir, y eso muy a pesar de las engañosas apariencias en situación de impredecibles consecuencias. Esta apreciación no es ni subjetiva ni alarmista. La basamos en la constatación de hechos. Vayamos a presentarlos: 1/La economía agrícola e industrial en estado agónico. 2/El andar de las ciencias y las técnicas detenido. El proceso educativo, amorfo y descendente en todos sus niveles. 3/ La prestación de servicios públicos básicos e imprescindibles, salud e higiene y salubridad, vialidad y transporte y, sobre todo seguridad para sus ciudadanos precaria. 4/ El medioambiente y la conservación y salvaguarda de los recursos naturales, especialmente en el "Arco Minero de Guayana", en riesgo y destrucción. 5/ La moneda carente absolutamente de valor.

Emparejándose con este complicado cuadro, los alimentos son escasos y sus precios tan elevados que devoran en minutos el salario de los trabajadores e ingresos de las grandes mayorías. Han hecho irrisorios los aumentos de sueldos. Al contrario. Han sido estimulantes de aquéllos. Especuladores, agiotistas, traficantes y bachaqueros se ceban y maltratan casi como con odio, al inerme consumidor. Este se halla desasistido ante la evidente inacción del Estado. Así debido a ello, aquéllos delincuentes económicos igual machacan al trabajador, al productor agropecuario, al docente universitario, al profesional, a cualquier prestador de servicios. A quien sea. Menos a los miembros de la "nueva clase". A los "enchufados". A los que están resueltos con abundantes dineros. El resto gime en la penuria y miseria.

En lo que concierne a las instituciones hay una increíble y peligrosa vuelta al pasado. Un retorno en la máquina del tiempo histórico venezolano a las etapas más retrógradas del centralismo autoritario. A este abyecto anacronismo político e institucional, se le acompaña también, como si eso fuera poco, la sumisión descarada de todos los poderes del Estado a uno solo; el del presidente de la República, ciudadano Nicolás Maduro y a la "nueva clase" que da abrazo mortal, parasita el gobierno y se apropia de la plusvalía de las empresas estatizadas. El más alto tribunal de justicia, el órgano contralor de las cuentas públicas, discreto y obsecuente con quienes las manejan, la fiscalía y defensoría de los derechos ciudadanos, concentradas en un solo funcionario, y una asamblea plenipotenciaria calcada de modelos fascistas corporativos, y cuyo origen es chocante con el texto mismo de la CRBV, y el órgano electoral sirviendo como ministerio de elecciones de la "nueva clase".

En el plano político, secundario o soslayable si a ver vamos ante la urgencia de la mera supervivencia diaria del común venezolano, sobrevino un acto electoral, el 15-O, postergado desde hace casi un año. Envuelto 48 horas antes en múltiples y obvias irregularidades, de las cuales no las menores sin duda fueron la migración de millares y millares de votantes, cambiando los centros electorales, y el impedimento para la sustitución de candidaturas. Luego, como en los mejores y denostados tiempos de la IV República, como muestra del más infame clientelismo electoral, el "voto asistido" al portador del "carnet de la patria", o "chamba juvenil" y el "acta mata voto". Al final, renegando el nombre y mensaje de Ezequiel Zamora, el gran caudillo popular del federalismo y la autonomía de las provincias, entronizando el centralismo autoritario, despótico, corrupto e inepto de la "nueva clase" desde Caracas. Hay un salto atrás. Bienvenidos: Hemos retornado al pasado. Eso sí, al tiempo pretérito nunca se va sin enormes riesgos y muchos peligros.