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Ser viuda de guerra en Afganistán
Las tres viudas de la familia de Janat Bibi han pedido prestados 4.600 dólares en los últimos dos meses para pagar el funeral de sus parientes y apoyar a la familias.
EFE

Foto: EFE

Janat Bibi, una de las cerca de dos millones de viudas de Afganistán. / Foto: EFE

22 Oct, 2017 | Kabul. La septuagenaria Janat Bibi, una de las cerca de dos millones de viudas de Afganistán, perdió a su marido en la guerra contra los soviéticos (1979-1989) y, ahora, mientras el país se enfrenta a un nuevo conflicto, vuelve a ser la sustentadora de la familia tras morir su hijo y nietos en un ataque talibán.

Cuando su esposo cayó en el frente, a principios de la década de los 80, Bibi decidió seguir la tradición y no casarse de nuevo, quedando al cargo de sus dos hijas y un hijo desde su difícil posición de mujer en un país extremadamente patriarcal y conservador.

Entonces una joven luchadora, cuenta a Efe, durante aquellos duros años trabajó en el campo y en las casas de sus vecinos como mano de obra. No le quedó más remedio, recuerda, que aceptar también donativos de las gentes pudientes del lugar.

Así pasó los días en la hermosa pero pobre aldea de Shemla, en un valle salpicado de verdes árboles en la provincia oriental de Nangarhar.

Y, poco a poco, sus hijos fueron creciendo hasta convertirse en jovencitos en edad de casarse y regalar a Bibi una descendencia.

En 2017, la familia tenía 19 miembros, encabezada por el hijo de Bibi, de 45 años, y sus dos nietos, Gulab, de 27, y Sikandar, de 25.

Los tres se unieron a las filas de la Policía, considerado un buen empleo en un país donde millones de jóvenes están en el paro, y trajeron la felicidad a una familia que con unos 500 dólares mensuales ya no necesitaba limosnas ni el duro trabajo en el campo.

Sin embargo, la breve felicidad se rompió en mil pedazos hace dos meses, cuando los talibanes acabaron con la vida de los tres policías en un ataque en la provincia sureña de Zabul, donde estaban destacados.

"Me volvió a quebrar de nuevo, mi mundo se derrumbó de nuevo. Fue el día más doloroso de mi vida, el día que vi los tres ataúdes de mis tres hijos en mi casa", lamentó la anciana, ataviada con un pañuelo negro en la cabeza y rodeada de sus nietos.

El mayor de los varones de la familia tiene ahora 8 años, de modo que Bibi vuelve a ser la responsable de llevar el pan a la mesa.

La mujer está al cargo de siete nietos, cinco tataranietos y tres viudas.

Todos se han visto obligados a trabajar en el campo, cultivando judías y maíz, las cosechas más populares en la montañosa aldea, donde la agricultura es la única forma de ganarse la vida.

"Nuestra aldea es montañosa, con la excepción de la agricultura no hay ningún trabajo disponible para nosotros", destaca la septuagenaria, desde su casa de barro, piedra y madera donada por un vecino.

Muchas viudas afganas se casan con sus cuñados tras la muerte de sus maridos, sin embargo, las mujeres de la familia de Bibi se han quedado sin un sólo adulto varón al que acudir y deben buscarse la vida por sí mismas.

Bibi, sus hijas y su nuera no están solas, al menos no en cuanto a ser las únicas en tal situación.

La ONU estima que en Afganistán hay unos dos millones de viudas, la mayoría viudas de guerra, una lista que crece cada año con la muerte de miles de miembros de las fuerzas de seguridad, civiles e incluso talibanes.

De ellas, menos de 100.000 reciben una pensión mensual de 75 dólares, en muchos casos por puro desconocimiento de la posibilidad o por la incapacidad de viajar a las grandes ciudades para reclamar la ayuda y hacer frente a un largo proceso burocrático.

"No recibimos ninguna ayuda del Gobierno tras perder a nuestros hijos", concluyó la mujer.




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