25 Sep, 2017 | Que el vicepresidente de un país, con todo el poder que ostenta, venga a incriminar de terrorista a un ciudadano, así sin más, solo porque el presunto extremista es el candidato contrario a su parcialidad política en unas elecciones, es muestra de la descomposición moral del gobierno que representa y de la infamia personal del acusador.

Así ocurrió al darse el banderazo de campaña para los comicios del 15 de octubre. Mientras Alfredo Díaz, pretendiente a la silla asuntina por la oposición de Nueva Esparta y favorito a la victoria, comenzó con una nutrida caminata desde Santa Ana a Juan Griego, sumando gente a su paso; del lado contrario, Carlos Mata Figueroa arrancó con una concentración en Porlamar, en la que estuvo el vicepresidente Tareck El Aissami, quien en vez de enumerar las supuestas cualidades del candidato rojo, lo que hizo fue lanzar la perla de que Alfredito no debería ser candidato y que debería estar preso por terrorista.

Digno de Ripley, que un personaje como El Aissami, de quien se tejen conjeturas asociadas con tenebrosas organizaciones y quien ha sido sancionado por el Departamento del Tesoro de EUA, sea el que venga a dar lecciones de ética y a amenazar a un ciudadano, únicamente porque está por encima del aspirante madurista en las preferencias de los insulares.

"Algo huele podrido en Dinamarca", dice Shakespeare en Hamlet, que bien podría ser en Nueva Esparta, donde todo el poder del gobierno conspira para sacar de la carrera electoral a un candidato, solo para que uno de los suyos siga acabando con Margarita y Coche.

El miedo es libre y aquí sabemos de qué lado está.