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Regreso a Ítaca
Fueron muchos los homéridas que cantaron las hazañas de Odiseo; variados y contradictorios deben haber sido sus viajes. ¿Regresó realmente Odiseo a Ítaca? La historia nos dice que sí, pero la dialéctica más elemental nos advierte que Ítaca ya no era Ítaca, y que unas eran las circunstancias cuando emprendió el viaje, y otras las que consigue a su retorno.
Ramón Ordaz / rordazq@hotmail.com

7 Sep, 2017 | Los mitos nunca mueren; parecen lo único eterno en la corta historia del hombre; su versatilidad los adecúa al tiempo histórico, les confiere esa volubilidad que los muestra pletóricos de sentido en cualquier escenario presente. Fueron muchos los homéridas que cantaron las hazañas de Odiseo; variados y contradictorios deben haber sido sus viajes. ¿Regresó realmente Odiseo a Ítaca? La historia nos dice que sí, pero la dialéctica más elemental nos advierte que Ítaca ya no era Ítaca, y que unas eran las circunstancias cuando emprendió el viaje, y otras las que consigue a su retorno. Lógico, el tiempo no se enrolla y desenrolla a nuestro parecer y padecer, que se alcanzan para ser lo mismo. Ítaca es una de las metáforas más esplendorosas de la cultura occidental.

Nos conmovió la proyección de la película “Regreso a Ítaca”, escrita por el novelista cubano Leonardo Padura y llevada al cine por el director francés Laurent Cantet. Con Padura y Jorge Perugorría presentes en el teatro Magaly de San José de Costa Rica, después de la proyección el público tuvo ocasión de compartir sobre este rodaje, realizado en una azotea frente al malecón de La Habana.

Concebida temáticamente en lo que fue la diáspora cubana y en el trauma en que devino el llamado Período Especial de los 90, cuando el protectorado ruso dejó a la deriva la isla caribeña, y se esfumaban entonces del cofre socialista las promesas de redención y bienestar, se derrumbaba, asimismo, el mito de la revolución, mientras otro, el mito de Orfeo, se aprestaba para emigrar. Después de tanta persecución y bancarrota, Amadeo (Odiseo) regresará a la isla para perplejidad de sus antiguos amigos: Eddy, Rafael, Tania y Aldo. La sátira es cruda, desollante en sus diálogos: “Ahora sí vamos a construir el socialismo con los orishas por delante”, argumenta burlonamente el pícaro Eddy, quien optó por vivir bien en una sociedad de castigo a cambio de castrar su condición de escritor. “Nos metieron el miedo en la sangre, nos metieron el miedo en la sangre” sentencia el negro Aldo, ingeniero que sobrevive de reparar baterías robadas. Detrás de cada personaje está la factura narrativa del autor de “El hombre que amaba a los perros” y “Herejes”: Leonardo Padura, quien, en confesiones hechas aquí, insiste en no considerarse un disidente, tema por lo demás polémico.

El gobierno cubano no escatimó esfuerzos para censurar la película y sacarla de escena en el Festival de La Habana de 2015. Un duro aprendizaje para el realizador Laurent Cantet, a quien no le quedó otra que exhibirla en la Semana del Cine Francés. El desolador final de la película, que transcurre del atardecer al amanecer, el tiempo aproximado del “Ulises” de James Joyce, nos deja la sensación de un tiempo muerto. Sin duda, una película que no calza los puntos para los comisarios oficiales.




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