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Asunta al Cielo
La tradición cristiana ha visto en esa mujer a María, la Madre de Jesucristo, llena de Dios, del resplandor divino quien hizo posible y acompañó a Jesús durante su vida terrena y ahora goza en cuerpo y alma del amor y el gozo eterno de Dios. Las estrellas simbolizan todos los hombres, que como ella están llamados a la plenitud del amor.
Fernando Castro Aguayo | fcastroa@gmail.com

19 Ago, 2017 |

“Pidamos con confianza a la Madre de Dios, Asunta al Cielo, que nos ayude ser vencedores de todo aquello que nos aparte del servicio a Dios… Ella es fuente de esperanza”.

El pasado 15 de agosto celebramos la solemnidad de La Asunción de la Virgen. La imagen bíblica que representa esta misteriosa realidad es una “mujer vestida de sol, con una corona de doce estrellas, con la luna bajo sus pies”.

La tradición cristiana ha visto en esa mujer a María, la Madre de Jesucristo, llena de Dios, del resplandor divino quien hizo posible y acompañó a Jesús durante su vida terrena y ahora goza en cuerpo y alma del amor y el gozo eterno de Dios. Las estrellas simbolizan todos los hombres, que como ella están llamados a la plenitud del amor.

Una mujer que supo ser fiel a Dios. Aceptó ser la Madre de Dios de un modo virginal, hace una familia con José, educa a Jesús y lo ayuda en su crecimiento humano y social como hacen todos los padres. Cuando Jesucristo sale a anunciar el Reino de Dios solo aparece cuando unos novios se quedan sin vino en la fiesta de bodas. Aparece en el momento dramático de la Cruz acompañando a su Hijo moribundo. No llama nunca la atención. Es con palabras de san Josemaría “Maestra del sacrificio escondido y silencioso”. Un ejemplo de fidelidad y trabajo para todos.

Tiene “la luna bajo sus pies”. La luna representa todo lo tenebroso, es la muerte, la maldad. Es vencedora del pecado que en el fondo es la causa de todos los males: de las discordias, egoísmos, engreimientos y enfrentamientos, de los vicios y adicciones, de la destrucción del hombre.

Como vemos, es muy actual traer este misterio a nuestra consideración. Cada uno aspira al amor y a lo bueno, y nos encontramos aprisionados y, a veces, impotentes ante el contraste del corazón: ansia de bien y fuerzas que nos empujan al mal.

Pidamos con confianza a la Madre de Dios, Asunta al Cielo, que nos ayude a ser vencedores de todo aquello que nos aparte del servicio a Dios, de la dignidad humana y de la sana convivencia social. Ella es fuente de esperanza.




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