Porlamar
25 de abril de 2024





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Margarita libre para siempre
La campaña de la Margarita había sido una imprudencia que costó a Morillo la pérdida de un tiempo precioso y que produjo las más funestas consecuencias para las armas realistas.
Verni Salazar

Foto: ARCHIVO - DANIEL RAMÍREZ | @Fotodan42

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19 Ago, 2017 | Después de los sucesos sangrientos ocurridos el día 8 de agosto de 1817 en Juan griego, el día 10 se puso en marcha el ejército para Pampatar; la división expedi­cionaria tomó la cabeza y tuvo orden de tomar el fuerte y trinchera que los enemigos tenían cerca de San Juan. El ejército continuó su marcha acampó aquella noche en el Hato de Marcano, y al otro día alcanzó a Porlamar, habiendo entrado en seguida en Pampatar.

Morillo en correspondencia al Rey fechada en Cumaná el 28 de agosto, expresa:

“Los rebeldes habitantes de la isla de Margarita después de haber perdido los pueblos de Porlamar, Pam­patar, Paraguachí y Juan Griego, en las reñidas acciones que habíamos tenido los días anteriores, se hallaban redu­cidos a sus fortalezas de la ciudad de La Asunción y del Norte, donde no era posible penetrar sino a costa de mu­cho tiempo de trabajo…Todo se dispuso con la mayor tranquilidad; el 17 llegué a este puerto con el ejército y los heridos y enfermos que en él había, y me estoy disponiendo para marchar en breve sobre Caracas".

En efecto, durante un mes que pasó Morillo en la Margarita empeñando frecuentes combates, no pudo conseguir ventaja alguna sobre los defensores de la isla. Al fin, la inmensa superioridad numérica de los realistas habría alcanzado tal vez a someter a los rebeldes; pero Morillo supo entonces que los independientes quedaban dominando en la Margarita: la provincia de Guayana estaba en manos de Bolívar: Páez, en el occidente, recorría los llanos bañados por el Apure; y el guerrillero Zaraza se había avanzado a hacer sus correrías hasta en las llanuras de Caracas. Bolívar meditaba en ese momento un ataque combinado sobre la capital de Venezuela, que debían ejecutar, él y Páez, aprovechándose del descontento general que reinaba en todo el país contra los españoles.

La campaña de la Margarita había sido una imprudencia que costó a Morillo la pérdida de un tiempo precioso y que produjo las más funestas consecuencias para las armas realistas.

Del Boletín del Ejército Libertador, fechado en la Ciudad de La Asunción 21 de agosto de 1817, se extrae:

"El general se preparaba a nuevos combates cuando tuvo noticia de que el enemigo no existía ya en Pampatar; después se supo que el 17 a las nueve de la mañana salió preci­pitadamente Morillo con las reliquias de su invencible ejército con dirección a Cumaná en una escuadra de 27 velas, dejando a los margariteños en el goce de su independencia y libertad llenos de experiencia y cubiertos de gloria, mientras que él lleva consigo la nota de su impotente orgullo, de su ferocidad y atrocidades, no menos que de su estu­pidez e impericia en el arte de la política y de la guerra”.

Francisco Javier Yanes en su “Historia de Margarita”, nos dice:

“Libre Margarita de enemigos trataron sus defensores de volver a sus antiguas ocupaciones de labor, cría y pesquería, pero no fue posible llevar a cabo sus buenos deseos, porque el pacificador no había dejado en pie ni casas ni árboles, ni embar­caciones, ni animales, ni simientes, reduciéndolo todo a cenizas y emporcando los pozos de aguas de que se proveen los habitantes de la isla, por lo que experimentó una grandísima necesidad, a la que fue consecuente una peste que hizo desaparecer más personas que la misma guerra".

Con la marcha de Morillo, Margarita se convierte en la primera provincia libre del imperio español en América, en el puerto de Pampatar ondea la bandera de la libertad, ondea la historia, ondea la gloria de la margariteñidad profunda, no nos hagamos cómplices de una vorágine desarrollista que cada día cerca más al puerto, acorrala la bahía y encementa sus huellas y presencias libertarias, donde: el Castillo “San Carlos de Borromeo” con heridas en su alma, clama para no derrumbarse; el Fortín de “Santiago de la Caranta, se cansó de otear el horizonte entre abandonos y soledades; los cañones desde sus enterradas baterías en estos cerros, apuntan al silencio; la Casa Amarilla espera por su puesta en valor, la casa de la Aduana debería ser la gran museo de la espartanidad, la Iglesia altar sublime de nuestro Cristo del Buen Viaje, entre padrenuestros y avemarías huye del comején y los avatares del tiempo; la biblioteca del maestro Subero se diluye entre humedad y desidia y hay una deuda con la memoria de Don Plácido Maneiro desde el 15 de agosto de 2011, cuando la Asamblea Nacional aprobó por unanimidad la exaltación al altar mayor de la venezolanidad se sigue esperando por este el acto de inmortalizarlo en el Panteón Nacional, por eso desde el farallón los fantasmas conspiran, vigilan nuestros pasos para que Pampatar siga siendo antorcha libertad.




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