22 Jun, 2017 | En septiembre de 2015, Nicolás Maduro viajó a Nueva York para firmar en la ONU los Objetivos de Desarrollo Sostenible. De regreso, se presenta en televisión y comienza a desgranar sus lugares comunes, chistes malos y babosadas, comentando cada uno de los objetivos. Al llegar al noveno, comienza a leer: “Construir infraestructuras…” tartamudea al pronunciar “resilientes”, se detiene y pregunta “¿resilientes? ¿alguien sabe qué significa?”. En el auditorio nadie sabe, o nadie se anima a responderle. Ante el silencio comenta “Bueno, mañana preguntaremos” y continúa con su lectura y sus comentarios insulsos, como si nada; como si un par de días atrás no hubiera comprometido al país con el cumplimiento de tales objetivos.

De esa anécdota podemos extraer dos conclusiones. La primera, confirmamos una certeza: Maduro es un ignorante de marca mayor. La segunda, que a Maduro y a su camarilla, no les importa la palabra empeñada: para ellos, los compromisos son prescindibles y se respetan mientras sirvan a la conservación del poder. Por ello es que hoy patean a la Constitución que ayer fingían venerar.

Por cierto, Nicolás, resiliencia quiere decir “capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido.” A infraestructuras de ese tipo se refiere el noveno Objetivo de Desarrollo Sostenible.

Dice Leonardo Padrón que en estos días de dura y trágica lucha contra el despotismo, hemos descubierto que el infierno tiene varios sótanos. Pero también, agrego yo, hemos descubierto la otra acepción de la palabra resiliencia: “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos.” Nicolás, la resiliencia del pueblo venezolano marcará tu derrota.