30 May, 2017 | Mientras estuvo vivo, algunos juraban que si moría como ocurrió en difusas circunstancias y fecha se tirarían con él en el hueco postrero; en tanto que otros afirmaban que jamás traicionarían su legado. Así intentaban demostrar sus más allegados, el gran amor que profesaban por su líder, el muchacho de Sabaneta.

Puras mentiras. Hugo desapareció y poco a poco, desde las mismas entrañas del chavismo, han ido destruyendo su herencia política. Sólo toman en cuenta su figura y su verbo como propaganda, engañando a los pocos creyentes que todavía comulgan con su catecismo.

La primera patraña vino de Villeguitas, al decir que Hugo caminaba y ordenaba desde Cuba después de su última operación; siendo lo cierto que se encontraba en estado terminal. Luego vino el embuste de la fecha de su muerte, debido a la práctica comunista de encubrir la verdad. Tragicómico fue también el caso de la enfermera que lo vio en pie y rozagante.

Cuando ya no pudieron ocultar su deceso, los mismos que decían cumplir sin chistar con su voluntad, en vez de sepultarlo en tierra llanera, entre sabana y ganado, como lo había expresado en oportunidades, decidieron sembrarlo en el Cuartel de la Montaña, más iluminado que Las Vegas, quizás para verificar hasta de noche que se encuentra bien muerto.

Y por último, para borrar parte de su vestigio, el grupito mandón del gobierno, el mismo del PSUV, decidió darle un trancazo a la Constitución de 1999, calificada por el propio Chávez como la más perfecta del mundo; y mediante un amañado llamado a constituyente, piensan eliminar la gran obra política de su antes adorado jerarca.

Así paga el Diablo, dice el refrán.