25 May, 2017 | Uno de los personajes más despreciados de la historia es Nerón. Sus desafueros, sus tropelías son verdaderamente antológicos. Entre otras hazañas, ordenó el asesinato de su madre y provocó un devastador incendio que calcinó a Roma. Cuenta el historiador Suetonio que Nerón tocaba la lira y cantaba poemas épicos, mientras ardía la Ciudad Eterna.

Tibisay Lucena, como Nerón, también es artista. La presidenta del CNE es una virtuosa ejecutante del violonchelo; en estos momentos la imagino interpretando con éxtasis alguna pieza de Bach, mientras contempla al país en llamas luego de aprobar solícitamente la fraudulenta e inconstitucional constituyente que promueve Nicolás Maduro.

La actuación de la rectora Lucena es, como la de Nerón, despreciable. El año pasado nos robó el referendo revocatorio alargando impúdicamente los lapsos, exigiendo requisitos arbitrarios y, finalmente, realizando una maroma indigna e ilegal. También, aduciendo razones estúpidas (falta de recursos, creo que dijo) secuestró las elecciones regionales que debieron celebrarse en diciembre de 2016.

Ahora, reaccionando a las nalgadas que le inflige Maduro, cambia de ritmo al molto vivace: el arco sobre las cuerdas, los dedos en el diapasón y el trasero, se mueven vertiginosamente. Ahora ofrece que en dos meses tendrá lugar la elección de la fraudulenta y rocambolesca constituyente que quiere su jefe para intentar ganar tiempo y continuar el sistemático raspado de olla.

La constituyente de Maduro, tal como lo afirma la Fiscal, “no es necesaria, pertinente ni conveniente”, porque “lejos de coadyuvar a la ansiada reconciliación nacional, generaría un alto grado de incertidumbre habida cuenta del riesgo y desconfianza que se produciría”. Su objetivo, insisto, no es otro que ganar un poco de tiempo para un gobierno que caducó.