23 May, 2017 | Poco más de 50 días tiene el bravo pueblo de Venezuela luchando contra la brutal dictadura que desde Miraflores, con Maduro a la cabeza, han tratado de entronizar en el país un hatajo de resentidos sociales y crueles militares, sin miramientos ni escrúpulos a la hora de reprimir las protestas de la ciudadanía, y una total indolencia frente al dolor causado por los muertos, heridos y apresados en su intención de atornillarse en el poder.

La violencia contra civiles ha llegado a tal grado, que policías y militares no se conforman con bombardear con lacrimógenas las concentraciones, marchas y plantones, sino que además los agreden con saña; mientras que en barraganato con los grupos colectivos armados, pasivamente permiten que los roben y disparen, sin importarles que las víctimas sean niños, mujeres, discapacitados o personas mayores.

La crueldad ha alcanzado extremos, que los organismos represores, siguiendo no sabemos cual macabro plan, ya no solo la emprenden contra los manifestantes en las calles, sino que se meten en casas y edificios, tumbando rejas y puertas, sin respeto a la inviolabilidad hogareña, sacando a la gente a las patadas, en lo que no se puede calificar de otra manera sino secuestro.

“Me llamarán dictador y no me importa”, dijo Nicolás hace un tiempo, y ahora, no contento con detener a los civiles, no tiene reparos en enviarlos a tribunales militares, en abierta transgresión a la Constitución y a los derechos humanos. Sin embargo, cada día crece más el descontento ciudadano, demostrándole al dictadorzuelo que ante más represión más vigor en la protesta.