Porlamar
25 de abril de 2024





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¡El tremendo Rómulo Quijada!
Ante una muchachada, el brillo, la elocuencia y el dominio salen a relucir como por arte de magia; si no, desde el más acá pregúntenselo a Nicanor Navarro (otro de los vergatarios como él) en lo de un sabio convencimiento a toda prueba. ¡Claro, Maestro de Escuela, de lo de la Romana Vieja! Se formó por allá, por aquellos años míos del Liceo Rísquez en La Asunción.
Perucho Aguirre

27 Abr, 2017 | Ejerció como Maestro de Escuela en Boca del Pozo, Península de Macanao. De agradable compañía, buen hablar, pero de pocas palabras y no con todo el mundo. De afectos y una margariteñidad que se le sale –sin querer, digo- impregnándolo todo, la casa, una esquina, reunión, el ambiente; claro, si capta que lo puede hacer, exterioriza esa forma genuina de ser, que gusta y apasiona. Ese es él. ¡Rómulo Quijada, margariteño de excepción!

Ante una muchachada, el brillo, la elocuencia y el dominio salen a relucir como por arte de magia; si no, desde el más acá pregúntenselo a Nicanor Navarro (otro de los vergatarios como él) en lo de un sabio convencimiento a toda prueba. ¡Claro, Maestro de Escuela, de lo de la Romana Vieja! Se formó por allá, por aquellos años míos del Liceo Rísquez en La Asunción.

Por su libro “Polémicas” se conoce con este Nicanor Navarro en lo que antes era la calle Guevara, en la Heladería “Italia” de Porlamar, donde vi por primera vez una “barquilla” por la que pagué medio real ¡y cara! Ahí se juntaron el hambre y la necesidad (1953, creo). Su otro libro “Relatos del Kilómetro 20”, una maravilla y otro que es lo único que me queda de él “Tapasol de Muerto”, para mí, ¡Otro de los máximos! De decir y de narrar las cosas más humildes del pueblo y las más sencillas, con un lenguaje que leerlo es oír a Rómulo Quijada leyendo a él mismo sus ocurrencias, que, todas, dice, son las realidades de su vida que de niño lo vienen embarcando en este mundo tan mal entendido y maltratado por el pendejo, éste que llaman el hombre y en el que mandan con suma facilidad, la mentira y la perversidad…

¡Si todos fueran, Perucho, como tú, como yo y como Nicanor, mi compadre, esto sí fuera el paraíso… ¡aunque lo dificurto…! ¡Éste, así de sencillo, es mi hermano y, ante todo, mi amigo! (Ahora, aguántate Perucho, cuando Rómulo Quijada allá en La Vecindad te lea esta Cartica… ¡Ay, Virgencita der Valle!)…
¿Azul?




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