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La hoja de piñón
Comenta que ese dinero no sale de los bolsillos del Heredero ni de ninguno de sus compinches, sino del presupuesto nacional que es nutrido por la renta petrolera (bastante disminuida en los últimos años) y los impuestos que pagan las empresas y aquellos venezolanos que aún tienen sueldos importantes.
Marcos Tineo M. | tineo.marcos@gmail.com

19 Feb, 2017 | “¿Sabe usted, sobrino, cuánto cuesta un carnet de la patria?” La inesperada pregunta del tío Caballo Rojo, luego de darme su bendición, me pone en guardia. Respondo con cautela que hasta donde sé, es completamente gratis, aparte de cualquier compromiso de tipo político que ello pueda implicar.

“Está equivocado, sobrino, porque el dichoso carnet si tiene un precio bastante alto en dinero y en sufrimiento. Una cuenta sacada al voleo dice que el costo de elaborar uno de esos plásticos y registrar a cada patriota implica cuando menos una inversión de 2 mil bolívares en materiales, equipos y movilización de personal, y es posible que me quede corto. Si multiplicamos ese número por 10 millones de registros (el Heredero espera doblar esa cifra), estamos hablando de una inversión de veinte mil millones de bolívares, sin contar las horas de trabajo que se pierden haciendo la cola para sacar el carnet”.

Comenta que ese dinero no sale de los bolsillos del Heredero ni de ninguno de sus compinches, sino del presupuesto nacional que es nutrido por la renta petrolera (bastante disminuida en los últimos años) y los impuestos que pagan las empresas y aquellos venezolanos que aún tienen sueldos importantes. “O sea, que son veinte millones de simones que se le quitan a las gobernaciones, a los ministerios, a las propias misiones sociales. Pero usted me dirá que el gobierno dice que ese carnet es una maravilla porque quien lo tenga podrá cobrar su pensión de jubilado, recibir las cajas del CLAP, estudiar en la misión Ribas y en la UBV, recibirá atención en los barrioadentros, las becas de las madres del barrio y las medicinas le llegarán luego de ordenarlas en las farmacias populares. Lo que significa que ante estos y otros beneficios, el costo es ridículo”.

El problema, refiere, en que todo eso no es más que palabras, “vapores de la fantasía que dan a lo inaccesible una proximidad de lejanía” diría Andrés Eloy. “Eso no será mucho dinero para quien despilfarra lo ajeno, pero para los enfermos de cáncer a quienes el Seguro Social no suministra los remedios de alto costo o las personas que no pueden dializarse porque faltan reactivos para ello, es un capital que podría prolongarles a vida a miles de ellos”.

Apunta que el gasto ocasionado por la emisión del bendito carnet es absolutamente injustificable, porque los beneficios que se les atribuye pueden llegar a la población sin necesidad de ello. “Lo que pasa es que en realidad, ese plástico no es más que un padrón electoral y un instrumento de chantaje con fines políticos, porque yo estoy seguro, que más efectiva es una hoja de piñón, que en manos de un buen santiguador, al menos quita el maldeojo y la pava… y no cuesta nada”.




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