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¡Elecciones ya!
Desde hace algunas semanas atrás hemos visto con alarma y preocupación cómo el perverso y desvergonzado guion del régimen –escrito por el G2, sin duda– públicamente expuesto por sus voceros insiste repetidamente que “no es el momento para ningún proceso electoral” y que “las elecciones no son prioridad para el país” (?) olvidando, deliberada e intencionalmente, que las elecciones en Democracia son sagradas y no están sujetas a capricho alguno por parte del régimen.
Luis Eduardo Rodríguez rodriguezluiseduardo@gmail.com

16 Feb, 2017 | Profunda pena y tristeza –y, por qué no decirlo, también intenso enojo– nos produce escribir estas líneas. Es inverosímil que un país como Venezuela, en donde durante décadas la democracia, con todo y sus imperfecciones, había sido ejemplo para muchos de nuestros vecinos de América Latina se vea hoy en el lamentable trance de demandar el obligatorio llamado a elecciones. Algo que en el pasado siempre se cumplió, inclusive bajo las situaciones más adversas para los gobiernos de turno, y que por lo demás es un derecho ciudadano claramente consagrado en la Constitución de la Republica.

Desde hace algunas semanas atrás hemos visto con alarma y preocupación cómo el perverso y desvergonzado guion del régimen –escrito por el G2, sin duda– públicamente expuesto por sus voceros insiste repetidamente que “no es el momento para ningún proceso electoral” y que “las elecciones no son prioridad para el país” (?), olvidando deliberada e intencionalmente que las elecciones en democracia son sagradas y no están sujetas a capricho alguno por parte del régimen.

Ante esta anómala, manipulada y nunca antes vista situación, son varias las cosas que hay que precisar. La primera, y quizás la más importante, es que el llamado a elecciones no es una concesión graciosa del régimen ni del Poder Electoral. No. Es un derecho y la más preciada de las manifestaciones democráticas de un pueblo. Sin elecciones libres, universales y secretas, la democracia se convierte en un fraude.

La injustificada e interesada postergación de los procesos electorales –ya con retraso- nos puede conducir a un peligroso rumbo de erosión institucional que a su vez pueden mover las ansias de libertad y reclamo ciudadano a otros escenarios no necesariamente buenos ni convenientes para el colectivo nacional. ¿Es esa la intención, nos preguntamos?

Todo indica, como ya es usual, que la maquinaria de las triquiñuelas comenzó a operar y la institucionalidad secuestrada a hacer su escabroso y obsceno trabajo. El siempre inefable cne (en minúsculas), sin razón, ni explicación alguna, suspende las elecciones a gobernadores que se debieron haber efectuado en diciembre pasado. Ahora se inventan unas normas para relegitimar los partidos políticos inaceptables por inviables (solo 14 horas y 390 lugares para manifestar la voluntad de adhesión, cuando en 2016 para el PSUV dieron una semana y 4.000 puntos de inscripción).

Se abren juicios a dirigentes de oposición y estudiantes y se les encarcela injusta e ilegalmente, se viola la inmunidad parlamentaria y hasta se amenaza con activar la posible inhabilitación de la tarjeta de la MUD, basados en acusaciones tramposas y sin fundamento. Acciones, éstas todas, orientadas a debilitar y hasta anular a la oposición, confiscar la participación plural y plena en las elecciones y, lo peor de todo, atentar contra de la democracia y la facultad inalienable de los ciudadanos a elegir a sus autoridades.

No quisiéramos ni por un momento imaginarnos que el régimen pretenda pasar de autocrático y arbitrario –ya de por sí condenable- a totalitario y dictador. Dejen quieto lo que está quieto.




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