Porlamar
19 de abril de 2024





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El novelista Nicanor Navarro
La baraúnda desgraciada de la mediocridad en pasta e impura! La perdedora de tiempo y, tiempo que se pierde no se recupera… Eso sí, sin dejar de asimilar e informarse y siempre tratando de resolver las interrogativas con criterios y palabras sabias; desechando lo no permisible, banal o inmoral, porque eso no enseña, eso pervierte.
Perucho Aguirre

16 Feb, 2017 | Cuando ya éramos unos muchachos nos dio por leer alguno que otro libro… Las vaqueras de la Colección Rodeo, del FBI, CIA y pare usted de contar. De repente, por préstamo o cualquier otra circunstancia caía en nuestras manos: Shakespeare (Hamlet, La comedia de las equivocaciones, Romeo y Julieta…), Gallegos con Doña Bárbara o Enrique Bernardo Núñez con Cubagua; sin dejar de nombrar a Eduardo Blanco con su famoso libro Venezuela Heroica.

Ahí empezamos a cogerle el gustico a lo de leer, es decir: ¡a encontrarse uno con la lectura! –Máximo milagro, se diría, sí- ¡Instante de entrar en ese deslumbrante jardín de emociones y aprendizajes, sin credos, medidas ni directrices! Ahí debe entrar el buen maestro con sutileza y necesaria calma para que seleccionemos, es decir, quien sí y quien no, porque un mal libro, porque los hay, puede enredar, confundir y llevarnos a un atolladero que puede dañarnos por completo… ¡Buena esa! Porque te salvas amigo de un mar tempestuoso y terrible.

La baraúnda desgraciada de la mediocridad en pasta e impura! La perdedora de tiempo y, tiempo que se pierde no se recupera… Eso sí, sin dejar de asimilar e informarse y siempre tratando de resolver las interrogativas con criterios y palabras sabias; desechando lo no permisible, banal o inmoral, porque eso no enseña, eso pervierte. ¡La excelencia, siempre la excelencia! De esa sedimentación profunda y de semilla pasarás a retoño, luego, planta y, después te convertirás en un araguaney frondoso con sus flores doradas que nos embelesan y nos conducen hacia el amor verdadero…

Nos ocurrió y Nicanor Navarro no fue la excepción, ¡Nicanorcito se convirtió en un escritor excepcional y de grandeza con su estilo propio, figuras y metáforas extraordinarias, limpieza y esa fuerza telúrica que al leerlo nos conducen hacia El Parnaso de los Justos y Sabios! ¡Que Dios me lo tenga y me lo cuide en el bar La Gloria! Con una literatura que agrada y engancha, ¡enorme! Nos conocimos desde muchachos y, desde siempre nos convertimos en asiduos lectores, pero yo me incliné por lo de la música, la cantadera y eso de hacer canciones. ¡En parrandero! Discutíamos acaloradamente, porque jamás me aceptó que yo le dijera que él tenía de todo en el lenguaje para convertirse en un Señor Novelista.

Como Poe, Cervantes, Miguel Otero Silva, pero él, Nicanor Navarro prefirió quedarse con la crónica ligera y en eso se hizo especialista, ¡qué bueno! Maestro es en eso, sí. Dejó varios libros: Las piedras de Nila, Pupitre, Retahílas, Cronicario del homicido margariteño, que constituye uno de los libros más famosos de La Margarita (a mi manera de ver, el mundo, la vida y la importancia de la creatividad). Y, digo, sus libros compendian un solo libro… ¡A Nicanor Navarro! Quien pudo haberse convertido en uno de nuestros máximos novelistas. Me decía: -Perucho, con una crónica bien hecha y certera, el misil hace diana más rápido en la mente y en el corazón del pueblo y, eso, mi hermano, es lo que se debe hacer… ¡El pueblo, Perucho, el pueblo!... ¡Terrible, muchacho, aquel Nicanor, sí! ¡Y siempre!

¿Azul?




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