El septuagenario comentó que todos los días limpia el terreno para mantenerlo. / Foto: JHONNATAN BENITEZ @jhonnaphoto

17 Ene, 2017 | “Muchos agricultores se han ido al otro mundo y los jóvenes tienen otra visión”, exclamó José Olivero, quien añadió que desde su esencia más íntima espera ver antes de morir a la Isla en la que se crió.

El agricultor asentado en La Sierra, municipio Arismendi, expresó que desde que tenía 10 años ya había empezado a faenar en la tierra: “Yo agarraba con gusto una pala, semillas, machete y arado y también estudiaba lo que se podía en esa época”.

Aclaró que no está en contra de los estudios ni el progreso; sin embargo, piensa que de dedicarle más tiempo y ganas a la agricultura, no se necesitaría de alimentos provenientes “de otras partes”.

Asimismo comentó que a pesar de tener un terreno con más de cinco hectáreas, apenas tiene dos mil metros cuadrados en producción, pues trabaja solo y para el consumo de la familia.

Visionario

Olivero no sólo se dedica a sembrar por gusto, también al hacerlo desarrolla otras ideas. Comentó que a los agricultores margariteños les hace falta más orientación.

Expresó que si de alguna manera se lograra hacer enlaces con las universidades y “tomaran en cuenta” el trabajo de los artesanos, siente y medita que no sólo lograrían que los jóvenes despierten esas ganas de trabajar en la siembra, sino además podrían mejorar la producción con ideas frescas e innovadoras.

Lluvias

El agricultor comentó que la llegada de las lluvias ha sido una bendición para las tierras, por lo que en La Sierra tienen la ventaja de que el agua sigue cayendo. No ha tenido pérdidas grandes de matas o cultivos, sin embargo, dijo que el monte ha crecido bastante rápido y ha tenido mucho trabajo cortando la maleza.

Plantación

Actualmente Olivero cuenta con matas de auyama, lechosa y yuca palo blanco, además de yuca negra.

Manifestó que prefiere no vender la yuca, a pesar de tener gran cantidad, y la deja para el uso de su familia.

Indicó que de ofrecerla al mercado sería en 500 bolívares por kilo, pero al quedarse él sin el rubro, tendría que ir a comprar el kilo a tres mil bolívares, por lo que no le ve sentido a salir de ellas.

Atentos

Por otra parte, explicó que donde él vive, al comenzar el tiempo de zafra en los conucos de La Sierra, nadie puede descuidarse pues le roban sus cosechas.

“Antier me robaron cinco auyamas en un momento que salí de la casa”, afirmó.

Destacó que toda la comunidad de agricultores es afectada por la delincuencia, por lo que solicitó mayor resguardo policial.

Dignificación

El hogar del trabajador es una modesta casita, que con mucho esfuerzo construyó. Sin embargo, el sol inclemente y las lluvias, con el pasar de los años, han deteriorado el techo de zinc que la resguarda. Comentó que la casa “se le moja”, por lo que hizo un llamado a la Misión Vivienda para que también les dé oportunidad de un techo digno a los agricultores.