25 Oct, 2016 | Jamás he creído y así lo he dicho públicamente que el referéndum revocatorio sea la médula espinal de la solución de nuestros problemas y he pensado que el Parlamento cometió un error estratégico al priorizar sobre su trabajo legislativo (fin esencial de una Asamblea) un juego revocatorio en contra del Poder Ejecutivo.

Sin embargo y a pesar de lo anterior, jamás he creído que el Poder deba usarse para manipular o tergiversar lo establecido en la Carta Magna. Esa Constitución que tanto han defendido oficialistas y opositores debe quedar incólume en esta pugna y ninguna mancha debe salpicarla, justificando por ejemplo la defensa de poderes terrenales y pasajeros de algún grupo político.

Fracturar las instituciones de un país para defender la estabilidad política de una sola y única persona es dañar las bases del futuro de una patria, que por décadas, con sus males y beneficios como toda sociedad civil, fue ejemplo de democracia en el continente.

Muchos critican al Comandante Chávez porque aseguran que su apego a procesos revocatorios o electorales estaba amparado por su seguridad en la victoria y sin embargo cuando se lanzó en su primera carrera presidencial, allá en 1997, no contaba con más del 10% del electorado de entonces y supo remontar, la cuesta, hasta 1998, pateando cada Estado, cada ciudad, cada municipio y cada barrio de un país que a gritos pedía un cambio profundo en unas instituciones podridas y desfasadas de las necesidad de su pueblo. Y me viene la duda en este momento histórico, si las actuales cabezas del PSUV se preguntarán, cuando andan en sus camionetas 2016 blindadas con vidrios ahumados y rodeados de escoltas, si las bases en las que se sustenta su actual poder político está corroído con los mismos males y fantasmas del pasado.

Miedo y democracia no pueden ir de la mano. Prestarse un CNE a posponer las elecciones de gobernadores y desistir de un proceso Revocatorio minutos después del pronunciamiento de unos jueces regionales es reconocer descaradamente que en las alturas políticas hay alguien con terror en medirse porque sabe probablemente que su gestión carece de la justicia social necesaria para captar votos y apoyos.

Más triste aún, para la esperanza de los venezolanos, es que aún sabiendo el descontento de las masas, por el fracaso de muchas políticas y el acierto de unas pocas, no dan señales de querer cambiar lo que se ha hecho mal. Rectificar no aparece en el diccionario oficialista y así vamos, sesgando el futuro a corto y mediano plazo para satisfacer una pugna en donde dos grupos rivales (PSUV y MUD) luchan a cuchillo por posicionarse en los cargo de poder y a nadie parece importarle la opinión o el sufrimiento de sus bases.