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25 de abril de 2024





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En las colas bachaqueras se pierde algo más que tiempo
En la Venezuela actual, compleja, de convulsiones apenas retenidas, expectante y trémula, se ha venido últimamente sufriendo un proceso similar de degeneración, caída de la auto-estima, pérdida continua de los más elementales cánones de civilidad y respeto al prójimo.
Walter Castro Salerno / walterjosecastro@yahoo.es

22 Oct, 2016 | La novela “Esperando a los bárbaros” (“Alfaguara”,1980), del notable escritor sudafricano, de nombre impronunciable, según decir de él mismo, J.M. Coetzee, observamos el gradual, pero ineluctable declive de un hombre inserto en un sórdido modelo social. También la mutación del sujeto y de su entorno en un vacío existencial. Allí traza Coetzee una parábola singular del irrisorio destino del hombre. Ya ni siquiera frente a las circunstancias que le abruman, sino frente a sí mismo. La aldea supuestamente de “gente civilizada” asediada, como en el “limes” en tiempos del ocaso y decadencia del imperio romano por unas hordas de pueblos “bárbaros” sufre un curioso y letal proceso de autoritarismo, por parte de los oficiales, y regresión y despojamiento de los valores inherentes a la condición humana.

En la Venezuela actual, compleja, de convulsiones apenas retenidas, expectante y trémula, se ha venido últimamente sufriendo un proceso similar de degeneración, caída de la auto-estima, pérdida continua de los más elementales cánones de civilidad y respeto al prójimo, Es en las interminables y bulliciosas, cuando no coléricas colas de gentes que se apiñan frente a los mercados y farmacias, en las paradas de buses y por puestos, donde se palpa, con sudores, gritos, y a veces sangre, la ignominia de la barbarie.

Se nota la ausencia de aquéllos, hasta hace bien poco valores fundamentales de la venezolanidad: respeto y consideración hacia el prójimo, solidaridad con los huérfanos de la fortuna, los niños, los ancianos, los discapacitados, las mujeres embarazadas, los más débiles, y por tanto mucho más vulnerables. ¿Dónde está el proyecto socialista? ¿En qué estéril campo fuimos a sembrar las semillas de la bondad, la misericordia y la fraternidad? ¿En cuál paraje desolado se extravió el “hombre nuevo”? En las colas bachaqueras frente a los abastos y supermercados, es mucho más que tiempo lo que se pierde. Se pierde la dignidad del ser humano. No hay que esperar a los bárbaros. Ya llegaron. Somos nosotros mismos.




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