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1º de septiembre
Si el Gobierno no entiende que el referendo revocatorio es una solución pacífica a la crisis que vivimos y se empeña en mantenerse a toda costa puede resultar suicida para sus propios intereses.
Luis Longart Guerra

30 Ago, 2016 | Vivimos tiempos excepcionales, traumáticos, difíciles. Nadie sabe lo que va a ocurrir. El jueves 1º de septiembre ha sido escogido para una jornada conocida como la Toma de Caracas. Todos los sectores que luchan por el cambio político participarán de este evento para exigir la fecha de recolección del 20% de las firmas del referendo revocatorio que permita a los venezolanos votar sobre la permanencia o no de Maduro en la presidencia de la República.

El gobierno, por su parte, ha venido respondiendo con una cadena de atropellos expresados en la expulsión de una delegación de la oposición ecuatoriana, la revocatoria de casa por cárcel de Daniel Ceballos y trasladado a la prisión de San Juan de los Morros, allanamiento de la residencia del alcalde de Maturín, Werner Jiménez, el hostigamiento sufrido por el sacerdote Bastidas que marcha desde Anzoátegui e igualmente las trabas que colocan a los indígenas que salieron a pie desde Amazonas a Caracas para asistir a dicho acto.

Hay esperanzas que la Fuerza Armada Nacional actué de conformidad con lo establecido en la Constitución porque se está haciendo uso de un derecho consagrado en el mismo texto legal. No hacerlo así, marcaría un claro divorcio entre la sociedad civil y la institución armada que no puede estar al servicio de persona o parcialidad política alguna y donde existen sectores institucionalistas.

El expresidente español Zapatero calificó el proceso venezolano de “largo, duro y difícil”. Hasta ahora, las posiciones lucen petrificadas. Los sectores del cambio pidiendo que el pueblo se exprese y el gobierno tratando de evitar el referendo revocatorio mediante las trabas más descabelladas.

Si el gobierno no entiende que el referendo revocatorio es una solución pacífica a la crisis que vivimos y se empeña en mantenerse a toda costa puede resultar suicida para sus propios intereses. Seguir desarrollando esa deriva antidemocrática y totalitaria lo terminará de hundir en el terreno electoral, único camino de la democracia.

Desde la Región Insular queremos que se recupere la economía, que haya producción, inversión extranjera, se acaben las expropiaciones, que haya confianza para lograr la reconstrucción nacional y enrumbar al país por el camino del progreso. Y ello se podrá lograr si hay un cambio político.




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