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La otra Cumbre de no Alineados
Formaban una de las gruesas filas que serpenteaban, coloridas y sinuosas en la vasta playa del estacionamiento de un gran supermercado, en la zona residencial de la ciudad. Las autoridades y el público les llamaban "bachacos navegaos".
Walter Castro Salerno walterjosecastro@yahoo.es

27 Ago, 2016 | Uno de los tipos era flacuchento, o como suele decirse ahora pero sin el burlón matiz político, "escuálido", avejentado y ojeroso. Otro, armado de un nudoso bastón era cegato y renqueaba. Les hacía compañía un grupo numeroso de antiguos labriegos, trabajadores de la industria de la construcción en paro y muchos sin oficio conocido. Simplemente vagos y curiosos.

Habrían cabido en la categoría que el viejo Marx etiquetó como "lumpen proletariat". Estos eran provenientes de la costa firme y llegaron a la isla, temprano al nomás romper el alba sus rubores, en veloces peñeros. Formaban una de las gruesas filas que serpenteaban, coloridas y sinuosas en la vasta playa del estacionamiento de un gran supermercado, en la zona residencial de la ciudad. Las autoridades y el público les llamaban "bachacos navegaos".

Unas mujeres con abultados vientres y niños cargados a horcajadas, y hombres orillados en la cuneta, bebiendo aguardiente y jugando a las cartas, daban inicio a otra hilera. Llevaban botellas de agua y morrales para el acopio de víveres y mercaderías. Este grupo, a la vista el de mayor número y más ruidoso era autóctono de la isla. Era identificado como los "guaiqueríes" y también era legendaria su propensión a la violencia y la defensa cerril de su territorio.

Venía arrastrando su miseria de años y su sed de siempre desde algunos de ésos caseríos extraviados en la península de Macanao, en las antiguas salinas y camaroneras de Coche, o por ahí, de uno de ésos poblados donde antiguos criadores de cabras y cazadores de conejos, viejos conuqueros rumian incansables, su resentimiento y desesperanza. Otra hilera de gentes estaba formada por empleados de hoteles, posadas y restaurantes y, más que todo, buscaban información.

Conocimiento del volumen, variedad y disponibilidad de las mercancías que habían arribado a la isla en los últimos días. Cada grupo había elegido, con anterioridad y en orden y disciplina, por expresas instrucciones de las autoridades y de los policías y guardias encargados de hacer cumplir el innumerable catalogo de las leyes, decretos y reglamentos que regulaban la materia, a sus delegados, representantes, y voceros.

Se trataba de realizar una cumbre de dichos representantes para determinar, al fin, y mediante la correspondiente suscripción de actos y acuerdos, las áreas, los cupos, y los turnos para el acceso a los víveres, el agua y los medicamentos. Paralelamente aquéllos quienes no entraban en ninguna de las hileras ya caracterizadas y descritas, todos los que no estaban alineados celebrarían también su cumbre. La cumbre de los no alineados se celebraría pasado el mediodía.

Guardias y policías habían recibido tajantes órdenes de impedir la violencia, así fuese empleando la violencia. Se esperaba que, al fin, con la realización de estas dos cumbres, "la de los alineados" y la de los "no alineados", se pusiese orden y paz para el abasto oportuno y suficiente del agua, de los víveres y de los medicamentos en la isla de Margarita.




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