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Lo que me de la gana
Los hermanos Castro se ríen de las diligencias ante el CNE y del laberinto leguleyo en que la hegemonía tiene atrapada a Venezuela. El único lenguaje que ellos y sus adláteres nacionales le temen, es el de la protesta social, masiva, legítima y beligerante.
Fernando Luis Egaña / flegana@gmail.com

24 Ago, 2016 | La esencia de una democracia es que ningún gobernante puede hacer lo que le dé la gana. Cuando un gobernante empieza a hacer lo que le da la gana, el sistema donde opera deja de ser una democracia; de hecho, deja de ser un sistema, y se convierte en una satrapía, en una hacienda personal y patrimonial, en un régimen personalista y mandonero. Esa es parte de la tragedia venezolana en el siglo XXI, y esa tragedia continúa.

Incluso agravada, porque el mandón que hace lo que le da la gana en Venezuela ni siquiera es venezolano. Y no me refiero al señor Maduro, cuya nacionalidad es un misterio, me refiero a Fidel Castro, el sátrapa cubano que sigue mandando en Cuba a través de su hermano, y ahora manda más que nunca en Venezuela, a través de su delegado.

Esto lo digo por lo que pasa con el revocatorio. Es un derecho constitucional, la abrumadora mayoría del país quiere que se haga ya, o por lo menos durante el 2016 y no obstante todo ello, los voceros de la hegemonía tienen el descaro de declarar que no, que no habrá revocatorio este año; en suma, que no les da la gana y eso es suficiente.

En realidad, quien toma las decisiones más importantes que conciernen a Venezuela, allá desde su mecedora habanera, es a quien menos le da la gana. ¿Por qué? Pues porque si se hace el referendo revocatorio como establece la Constitución, ahora en el 2016, y de inmediato de convocan elecciones presidenciales, el señor Maduro saldría de donde está, lo más probable es que la candidatura de la unidad democrática ganara los referidos comicios, y ya la llamada “revolución cubana” no podría seguir expoliando a la nación venezolana. No hay peor pesadilla para los hermanos Castro Ruz.

Todas estas cosas hay que decirlas y repetirlas, aún a riesgo de volverse uno machacoso, porque no se está quebrantando la verdad, sino exponiéndola en su dramática crudeza. Los hermanos Castro se ríen de las diligencias ante el CNE y del laberinto leguleyo en que la hegemonía tiene atrapada a Venezuela. El único lenguaje que ellos y sus adláteres nacionales le temen, es el de la protesta social, masiva, legítima y beligerante. Ojalá y el 1º de septiembre sea una inflexión auténtica en ese camino de hacer valer los derechos constitucionales de los venezolanos. El objetivo es claro: que no sigan haciendo lo que les da la gana. Eso sí sería el comienzo del cambio.




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