Porlamar
23 de abril de 2024





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La mano que mece la cuna
Quizás mi error ha estado en empeñarme en buscar una mano cuando en realidad es un puño el que me golpea, y lo hace tan fuerte y seguido que ni Cassius Clay en sus mejores tiempos.
Fredy Salazar salazarfug@gmail.com

22 Jul, 2016 | A mí no me asusta la mano invisible que aparece en el mercado y mueve los precios de aquí y de allá, el problema es que la cogió conmigo, y para donde yo me muevo ahí va la bicha atrás. Si estoy en Puerto La Cruz, el barbero de La Juncal me trasquila el bolsillo cada vez que me sale corte. Si me voy a Margarita, los pescadores de Taguantar me escaman y me dejan pelando por partida doble, porque no solo el kilo de corocoro cada día cuesta más sino que el peso coge menos. Si me muevo para Maturín, no hay chino de Boquerón que no se antoje de mí para afeitar mi presupuesto.

He estado a punto de jugarle la guayaqueta metiéndome en un negocio y saliendo enseguida por la otra puerta, a ver si es que anda persiguiéndome; pero ni aùn así logro quitármela de encima. En ocasiones me he llevado una muda de ropa para cambiarme en el baño de los centros comerciales, pero que va, en cuanto voy a pagar aparece la mano’er diablo y me zumba la “manguzà”. O me conoce muy bien o es que son varias manos trabajando al mismo tiempo; pero ¡caramba!, ninguna me pela, y todas me dan el manotazo hacia arriba. A ninguna se le ha ocurrido hasta ahora, darme una ayudita aunque sea en la fruterìa, marcando doscientos en la factura cuando el monto llega a dos mil, esa si sería una mano generosa.

Quizás mi error ha estado en empeñarme en buscar una mano cuando en realidad es un puño el que me golpea, y lo hace tan fuerte y seguido que ni Cassius Clay en sus mejores tiempos. Y tiene sentido esta idea porque una mano te cachetea y te deja la marca en la cara, en cambio un puño te saca tan fácil el aire del estòmago que no te da tiempo de revisar la factura, mucho menos de devolver la mercancía; y te vienes dando cuenta del conteo solo cuando llegas a la casa y pones las dos bolsitas en la cocina y tiras la factura sobre la mesa, como si fuera la toalla, en un vano intento por detener la golpiza. Después te acuestas boca arriba y empiezas a maldecir al gobierno tú solito para ganar aunque sea ese round.

Pero donde si me pone definitivamente contra las cuerdas sin dejarme siquiera tiempo para cubrirme, es cuando me paro en la vía a comprar verduras para la sopa. No he terminado de escoger las vituallas, cuando escucho en la pata de la oreja el susurro de la mano peluda soplándome que hoy el kilo subió a ochocientos, y en ese momento lo que me provoca es buscar en google para ver cuál es el componente importado de la yuca morichalera o de la batata criolla. O será que todo lo llevan al precio internacional del ocumo chino.




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