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19 de abril de 2024





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¡Esos tipos no se rinden!
Se asombraba del fanatismo de viejos y viejas, en ese afán de lograr su empeño “como que eso sirviera de mucho frente a las decisiones que se toman en el Consejo, donde no se aceptan quejas ni reclamos, porque allá actuamos con rectitud e imparcialidad”.
Mélido Estaba Rojas melidoestaba@gmail.com

22 Jul, 2016 | Acurrucao en la sala de espera del aeropuerto, como el que no quiere la cosa, escuché las confesiones de un joven a su “compay”, acerca de sus hazañas y las de su equipo para hacer desistir a los opositores que acudían a las mesas a validar sus firmas y activar el revocatorio. Se podría deducir que el hablante había venido desde Caracas a trabajar en el asunto que marca otro de los acontecimientos prominentes en estos traumáticos tiempos, de los cuales somos testigos. Sí, imaginamos por su soltura indudable, que debió estar en niveles de supervisión en una de las pocas mesas instaladas en La Isla durante el período respectivo.

Gorra en aparente descuido pero bien llevada y combinada, bolso de afamada estampa deportiva y disposición intachable para aplicar adecuadamente los géneros, casi como esgrimiendo las lecciones que en ese ramo maneja con redundancia la clase directiva del CNE, daba detalles a su “compay” acerca de la terquedad de los escuálidos para dejarse anular la participación. Se asombraba del fanatismo de viejos y viejas, en ese afán de lograr su empeño “como que eso sirviera de mucho frente a las decisiones que se toman en el Consejo, donde no se aceptan quejas ni reclamos, porque allá actuamos con rectitud e imparcialidad”. Yo que se lo digo, mi compay… ¡Esos tipos no se rinden! Son tercos y parece que no tienen nada que perder; decíamos por ejemplo que la firma estaba mala, que la cédula no correspondía, que la hora para revalidar había terminado…y nada mi compay: el otro día estaban allí como un clavel, soportando sol y agua, y a lo mejor sin haber comido. Eso es ser fanático, compay, y no lo hago yo ni que me paguen –narraba el joven, en voz bajona-.

Los inconvenientes y las tramoyas del régimen, al verse aplastado en el atolladero que lo arropa, saltan como resortes manejadas con ingenua habilidad de activistas y tramposos del calibre de Jorge Rodríguez y el gobernador de Aragua, apurados por sacarle el cuerpo a la realidad inaguantable frente a la decisión popular de revocar la desgracia que nos atormenta. Tal y como lo escuché del joven funcionario en su confesión oportuna, esos tipos cansados del fracaso redundante de un gobierno sin rumbo cierto y arrimado a la subsistencia, a fuerza del paraguas militar y las fastidiosas cadenas diarias, no se rinden. Los tercos tienen su premio.




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